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300 BCE
Infanticidio (Siglo IV)
La imagen de Medea se cierne sobre la infancia en la antigüedad, pues en este caso el mito no hace más que reflejar la realidad. Cuando algunos padres resolvían la ansiedad de sus hijos mediante el maltrato, esto repercutía en los otros niños que sobrevivían, los cuales mostraban una actitud predominante. Y se se exalta la práctica de sodomía con los niños. -
500
Abandono (Siglos IV - XVIII)
Los padres aceptaron al niño como poseedor de un alma y la única forma de alejarse de sus proyecciones era entregándolo al ama, a un convento dándolo en adopción, enviándolo a casa de otros nobles o manteniéndolo en el hogar en una situación de abandono afectivo. La proyección seguía, continúa la idea que el niño está lleno de maldad y era necesario azotarle. En este período se reduce la práctica de la sodomía. -
Feb 6, 1300
Ambivalencia ( Siglos XIV - XVII)
El niño seguía viéndose como un recipiente de proyecciones peligrosas, entonces la tarea de los padres era moldearlo. Aquí el niño se consideraba una tabula raza o cera blanca. Se observa el aumento de los manuales de convivencia para la instrucción de los niños. Se vio la expansión del culto hacia la virgen. -
Intrusión ( Siglo XVIII)
El niño ya no estaba tan lleno de proyecciones peligrosas, y en vez de limitarse y examinarlos, sus padres se acercaban más tratando de poder controlar lo que había en su interior. Seguía recibiendo azotes, pero no sistemáticamente, empezó su educación higiénica. En esta época nace la pediatría. -
Socialización (Siglos XIX - mediados del XX)
Las proyecciones seguían disminuyéndose, empezó a guiarse por el buen camino, enseñarle a adaptarse: socializarlo. El padre comienza a preocuparse por el bienestar del niño, por su educación e inclusive colabora con los quehaceres del hogar. -
Ayuda (Mediados del siglo XX)
Se basa en la idea que el niño sabe mejor que el padre lo que necesita, se da la fortaleza en la relación padre e hijo. El niño no recibe golpes ni represiones y se le da una disculpa si se le maltrata sin razón. Exige una gran cantidad de tiempo, energía y dialogo por parte de los padres. El resultado es un niño amable, sincero, nunca está deprimido ni tiene un comportamiento limitativo o gregario, de voluntad propia y no intimidado por la autoridad.
