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El infanticidio, conocido como la práctica de causar la muerte de un bebé de manera intencionada. En las sociedades pasadas, ésta práctica era considerada permisible como forma de regulación de familias y habitantes de una determinada sociedad, pues debido al bajo nivel de vida no podían permitirse sostener a muchos integrantes en ella.
Hasta el siglo IV, ni la ley ni la opinión pública veían nada malo en el infanticidio en Grecia o en Roma. -
La forma de abandono más extrema y más antigua es la venta directa de los niños. La venta de niños era legal en la época babilónica, y posiblemente fue normal en muchas naciones en la Antigüedad.Otra forma de abandono era utilizar a los niños como rehenes políticos y como prenda por deudas, práctica que se remonta también a la época babilónica. La simple entrega de los hijos a otras personas era bastante frecuente hasta el siglo XIX.
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Entre los siglos XIV y XVII los niños comienzan a ser incorporados a la vida afectiva de los padres, pero continúan siendo recipientes de sus proyecciones negativas. Se considera necesario moldearlos, prevaleciendo la imagen de cera blanda o arcilla a la que debe darse forma.
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En el siglo XVIII se enfatiza una visión del niño con cada vez menos proyecciones peligrosas, sienta las bases para una relación de empatía. El bebé pasa a ser amamantado por sus madres, su educación higiénica comenzaba muy pronto, se rezaba con el pero no se jugaba con el, recibía azotes pero no sistemáticamente.
Nace la pediatría y se difunde la idea de cuidar al niño mediante el control de su mente y todo su ser, rabietas, necesidades, masturbación, su voluntad misma. -
La idea de criar a los niños para doblegar su voluntad se sustituye por la búsqueda de su formación: enseñarle a adaptarse, socializarlo. Asimismo, en el siglo XIX el padre comienza por vez primera a interesarse en forma no meramente ocasional por el niño, por su educación y a veces incluso ayuda a la madre en los quehaceres que impone el cuidado de los hijos.
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A partir de mediados del siglo XX se insiste en que los niños saben lo que necesitan en cada fase de su desarrollo y que el rol del padre es ayudarlos a desplegar lo que saben. No supone intento alguno de corregir o formar “hábitos”. El niño no recibe golpes ni represiones. El niño criado a partir de este método suele desarrollar un comportamiento amable, sincero, es de voluntad firme y no se siente intimidado por la autoridad