Historia de los conceptos de causa y enfermedad: paralelismo entre la Medicina y la Fitopatología. Por: Luis Felipe Quintero
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En los valles del Tigris y Éufrates se documentaron dos enfermedades del trigo y la cebada, llamadas “samana” y “mehru”. Para enfrentarlas, los agricultores hacían ofrendas y conjuros a la diosa Ninkilim, protectora de los cultivos. No se trataba de buscar un agente causal, sino de aplacar a las deidades responsables de enviar el mal como castigo o prueba.
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Durante la peste negra se interpretó que el castigo provenía de Dios. El papa pedía clemencia al cielo y aparecieron grupos de flagelantes que se azotaban en público para redimir los pecados de la humanidad. Se creía que la única forma de frenar la peste era mostrar arrepentimiento y sacrificio ante la divinidad, más que buscar causas naturales o biológicas.
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Durante la peste negra se decía que la epidemia había sido anunciada 14 años antes en China con fenómenos extraños: sequías, lluvias torrenciales que ahogaron a cientos de miles, montañas que se hundieron y vientos apestados. Para la gente esos signos eran mensajes sobrenaturales de lo que estaba por venir, cuando en realidad eran simples desastres naturales sin conexión directa con la peste.
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Durante la peste negra, los médicos usaban máscaras con un pico largo relleno de hierbas y flores aromáticas. Se creía que así se filtraban los miasmas, es decir, los vapores pestilentes que supuestamente transmitían la enfermedad. El mal olor o putrefacción era visto como sinónimo de infección, por eso la obsesión era protegerse del aire contaminado más que de un agente vivo.
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El médico Thomas Short en Londres aseguró que la epidemia de influenza había sido anticipada por fenómenos como cometas en el cielo, la erupción del Vesubio, lluvias rojas y temblores continuos. Para él, cada evento indicaba algo: los meteoros anunciaban el inicio de la peste, los volcanes y terremotos su fin, y las lluvias de sangre la intensidad de la epidemia. Así, las enfermedades se leían como mensajes del cosmos.
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Joseph Pitton de Tournefort clasificó las enfermedades vegetales en internas y externas, siguiendo la influencia de la teoría humoral. Al igual que en medicina humana, se pensaba que había causas que venían del interior de la planta (como bilis o flema en humanos) y otras externas ligadas al ambiente. Esto mostraba cómo el pensamiento humoral se aplicaba también a la fitopatología.
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El francés Duhamel du Monceau observó que un hongo estaba presente en plantas de azafrán enfermas. Lo aisló y lo inoculó en plantas sanas, reproduciendo los mismos síntomas. Con esto demostró de forma temprana que un organismo podía ser la causa de una enfermedad, anticipándose más de un siglo a lo que Pasteur y Koch formalizarían.
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: El suizo Isaac-Bénédict Prévost estudió durante diez años la caries del trigo y observó al microscopio esporas de un hongo en plantas enfermas. Al inocular esas esporas en plántulas sanas, estas también enfermaron. Así demostró que el hongo era la causa necesaria y suficiente de la enfermedad, aplicando un razonamiento experimental adelantado a su época.
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Cuando apareció la epidemia de cólera asiático en 1817, se pensó que estaba relacionada con las fases de la luna y que era el anuncio de la llegada del cometa Halley, visible en 1835. Así, los astros eran considerados agentes que provocaban plagas y epidemias, y no simples cuerpos celestes. Esta visión reforzaba la idea de que el destino humano estaba marcado por fenómenos del cielo, divinos o alejados un poco de la realidad.
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Carlos Finlay propuso que la fiebre amarilla tenía causas de tres tipos: individuales (como edad o sexo), atmosféricas (clima y calor) y telúricas (condiciones del suelo). Además, anticipó que el mosquito podía ser el transmisor. Fue un paso hacia la idea de que las enfermedades no dependen solo de un microbio, sino de varios factores.
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Robert Koch formuló un protocolo experimental para probar que un microbio específico causa una enfermedad. Exigía que el microorganismo estuviera presente en el enfermo, ausente en el sano, que pudiera aislarse, inocularse y volver a provocar la enfermedad. Con esto se consolidó la teoría del germen y se dio inicio a la microbiología moderna.