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El patio de la casa en donde pasé gran parte de mi infancia fue todo un laboratorio de sueños y actividades que realizábamos en familia, sobre todo con mis primos. Fuimos infinitos personajes: exploradores, ciclistas, jugadores de fútbol, robots, surfistas. Juegos en compañía o en solitario, gracias a esa imaginación infinita del universo infantil. -
Son los primeros cuentos que leía en compañía de mi hermana tres años mayor. Muchas veces, en vacaciones nos dedicábamos a leer estos cuentos para divertirnos y descubrir mundos mágicos desde la literatura infantil. -
Mi madre fue fundamental en mi infancia, pues son múltiples los aprendizajes que ella me ha brindado, ya sean formales o para la vida misma. La amo. -
Fue la primera novela que leí por mi cuenta, sin la obligación de la escuela. Nunca olvidé la parte en la que el personaje soñaba que él hablaba y los demás no le entendían. También empezaba a intuir que la vida de cada uno estaba como en un túnel, y que a veces, nos cruzábamos con otros túneles que cambiaban nuestro camino. -
La ilusión del fútbol, en la cancha se jugaron mis sueños y me dio posibilidades de aprender más allá del fútbol, a reconocer mis propios límites, a establecer prioridades y a jugarme la vida en cada partido. A soñar con finales de la copa mundo de fútbol. Pero también a entender que la vida es más bonita cuando se juega en equipo. -
Mi padre, me enseñó a acompañar en silencio. A estar presente, sin la mediación de la palabra, a observar y compartir mis actividades favoritas como el fútbol o las artes marciales. Muchas veces me decía: “Hermano”. Creo que eso fue también, un hermano mayor que me enseñó con su ejemplo. -
El libro que me hizo enfrentarme con los límites de la razón misma, jugando a comprender a través de los conceptos, interpretaciones sobre el mundo. Interpretaciones que me invitaban a jugar con conceptos, a jugar sólo en mi habitación, en una biblioteca o en una cafetería. Aprender en soledad, pero con un interlocutor que, creía, quería comunicar algo importante, pero que también estaba jugándose la vida e intentando darle un sentido al caos de la realidad. -
Un profesor de filosofía inolvidable en la universidad, pues siempre me inquietó la pasión con la que me enseñó o intentó enseñarme los pasajes más difíciles de la filosofía moderna de Descartes, Kant, Fichte, Jacobi y Hegel. Lo admiré mucho, más de lo que le logré entender. -
La nacho, como mucha gente le dice por cariño. Un lugar en el que se desplegó parte de mi pensamiento crítico y me permitió crecer profesionalmente, pero también personalmente. En sus espacios, dejé parte de mi amor por la vida misma, por la ilusión de construir un mejor país y también de enamorarme perdidamente una y otra vez. -
Este libro me acompañó en parte de mi vida profesional, apostándole a la realización de clases que olvidaran de las exigencias del mercado y buscaran la posibilidad genuina de fomentar la capacidad de asombro en mis estudiantes. -
Fue difícil pensar en una persona concreta, así que pensé en Adela Cortina, pues ella fue mi mentora para muchas de mis clases sobre ética y filosofía para niños. Con ella aprendí que desde el universo infantil se pueden generar reflexiones poderosas y vitales en los estudiantes que han transitado mis aulas. -
El aula como ese lugar mágico, pero también hostil, en donde se encuentran múltiples realidades y se le apuesta por construir colegio, sociedad, país. Una construcción de interdependencia, donde entre todos vamos caminando la vida y aprendiendo a convivir de forma pacífica, respetando los límites, pero también posibilitando el despliegue de las subjetividades que han hecho parte del aula.