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A raíz de los contactos que Europa tuvo con la erudición griega del Este se retomó la lectura de los textos de Aristóteles, con lo cual renació el estudio del griego. Gracias a este resurgimiento, cambió la concepción de la gramática latina, considerada más como una disciplina filosófica que didáctica y literaria. Con los estudios gramaticales controlados por los filósofos, se la empezó a Considerar como un medio de relacionar el lenguaje con la mente humana.
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La especulación lingüística comenzó esporádicamente entre los filósofos retóricos presocráticos. Se discutieron dos cuestiones fundamentales: hasta qué punto el lenguaje era "natural", y hasta qué punto "convencional"; y hasta qué punto el lenguaje es analógico, y hasta qué punto es anómalo.
Ya aparecen cuestiones lingüísticas en algunos diálogos de Platón, como el Crátilo, por lo Cual es probable que Sócrates ya se interesase por esas cuestiones. -
Cuando Roma entró en contacto con Grecia, la lingüística estaba ya bien desarrollada. Basándose en las gramáticas griegas, los estudiosos romanos intentaron concebir la gramática de la lengua latina. Había tantas semejanzas entre ambas lenguas, tanto tipológicas como lexicales, que se llegó a difundir la idea errónea de que el latín descendía directamente del griego, con alguna mezcolanza bárbara. Solo hubo un gramático que demostró originalidad en sus estudios: Marco Terencio Varrón
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En 1492 aparece la primera gramática castellana de Antonio de Nebrija, en la que se eleva esta lengua a la categoría de la toscana, heredera privilegiada del latín. Durante todo el siglo XVI aparecen gramáticas de lenguas vernáculas , de lenguas indígenas (quechua, náhuatl), lo que demuestra la necesidad que tienen el nacionalismo político, por un lado, y la Iglesia por otro, de disponer de un instrumento de identificación y de divulgación respectivamente.
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En efecto, durante el Renacimiento, la eclosión de las lenguas vernáculas va a dar lugar a la revitalización de las investigaciones sobre la lengua perfecta o común. En esta línea aparece la Minerva de el Brocense o la conocida gramática de Port-Royal, que actúa como eslabón entre las teorías racionalistas del s. A propósito del origen del lenguaje y sus relaciones con el pensamiento, el siglo XVIII se halla dividido entre hipótesis racionalistas e hipótesis empírico censistas.
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El descubrimiento del sánscrito significa todo un empujón en este sentido. En 1786, William Jones establece el parentesco del sánscrito con el latín, el griego y las lenguas germánicas. Posteriormente, en 1816, en una obra titulada Sistema de la conjugación del sánscrito, Franz Bopp comprendió que las relaciones entre lenguas parientes podían convertirse en una ciencia autónoma.
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La lingüística moderna comienza en el siglo XIX con las actividades como neogramáticos, que, al descubrimiento del sánscrito, pudieron comparar las lenguas y reconstruir una lengua original, el protoindoeuropeo Con estos precedentes y el impulso de la corriente estructuralista que se adueña de la metodología aplicada a las ciencias sociales y etnográficas, el suizo Ferdinand de Saussure, señala las insuficiencias del comparatismo, que acota el objeto de estudio de la lingüística como ciencia
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Según Chomsky, la capacidad de aprender una lengua es genética.
Plantea una cuestión fundamental: el argumento de Platón: ¿cómo es posible que el ser humano aprenda un sistema tan complejo a partir de estímulos tan pobres e incompletos? La persona que ha aprendido una lengua es capaz de formular enunciados que nunca antes ha escuchado, ya que conoce las reglas según las cuales los enunciados deben formarse. Este conocimiento no es adquirido mediante el hábito sino que es una capacidad innata.