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Las condiciones de vida, el acceso a atención médica y la educación temprana afectan el desarrollo cognitivo. El apoyo emocional y social durante la primera infancia también juega un papel crucial.
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El cerebro del recién nacido está en sus primeras etapas de organización. Los reflejos primarios (como el reflejo de succión y de búsqueda) son prominentes. El cerebro se encuentra muy plástico, lo que significa que puede adaptarse rápidamente a las experiencias. El sistema nervioso central está en desarrollo, y la mielinización de las fibras nerviosas comienza a facilitar la transmisión de señales entre las células nerviosas.
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Desarrollo del lenguaje en esta etapa es fundamental, ya que los niños comienzan a decir palabras y entender comandos simples. El cerebro sigue siendo altamente plástico, lo que facilita la creación de nuevas conexiones neuronales. Aumento de las funciones ejecutivas como la inhibición de impulsos y la toma de decisiones. Desarrollan habilidades cognitivas como la resolución de problemas y la clasificación de objetos por categorías.
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Las funciones cognitivas superiores, como el pensamiento abstracto, el autocontrol y la planificación, empiezan a ser más evidentes Desarrollo de la capacidad de pensar de manera más simbólica, lo que es clave para el juego simbólico y la comprensión de la causalidad. Expansión del vocabulario y complejización de la sintaxis en el lenguaje.
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La herencia genética juega un papel importante en la predisposición a trastornos neurocognitivos.
Los genes también influyen en la velocidad de mielinización y en la formación de conexiones neuronales. -
El entorno temprano tiene una influencia significativa en el desarrollo cerebral. La estimulación temprana, la interacción social y la calidad del ambiente familiar son determinantes. La nutrición también es clave: una dieta adecuada en los primeros años de vida (con nutrientes esenciales como ácidos grasos omega-3) es fundamental para el desarrollo cerebral.
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El estrés crónico o adverso, como el abuso o la negligencia, puede alterar el desarrollo neurobiológico y dar lugar a dificultades en las funciones cognitivas y emocionales.
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La memoria de trabajo mejora, ayudando al niño a resolver problemas simples y organizar su pensamiento. La función ejecutiva, que incluye el control de impulsos y la planificación, empieza a desarrollarse. Además, el lenguaje crece rápidamente, con el niño aprendiendo nuevas palabras, formando oraciones complejas y comprendiendo conceptos abstractos y de causa-efecto.
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Existen diversas alteraciones que pueden interferir con el desarrollo neurobiológico durante esta fase.
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El autismo y el síndrome de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) son ejemplos de condiciones que afectan la cognición y el comportamiento. Trastornos del lenguaje, como la disartria o la apraxia del habla, pueden retrasar el desarrollo del lenguaje.
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En esta etapa, la maduración de la corteza prefrontal mejora el control de impulsos y la organización del pensamiento. La mielinización avanza, optimizando la eficiencia cognitiva. Los niños desarrollan habilidades de pensamiento lógico, como clasificar y entender relaciones de causa y efecto, y su vocabulario crece, comprendiendo y usando conceptos más complejos.
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En esta etapa, la corteza prefrontal madura, mejorando la toma de decisiones y la autorregulación emocional. Se incrementan las conexiones neuronales, favoreciendo el razonamiento abstracto y la comprensión de conceptos complejos. La mielinización avanza, aunque no se completa hasta los 25 años. Los adolescentes desarrollan habilidades cognitivas superiores y un vocabulario más rico, lo que les permite manejar discusiones complejas.
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El cerebro sigue madurando, especialmente la corteza prefrontal, lo que mejora el control de impulsos, la toma de decisiones y la planificación. La mielinización optimiza los procesos cognitivos y emocionales. El pensamiento abstracto y la resolución de problemas alcanzan su máximo potencial, favoreciendo la autonomía. El lenguaje se vuelve más fluido, mejorando la comunicación y argumentación, lo que impulsa el desarrollo intelectual y emocional.
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Diversos factores pueden influir en el proceso de desarrollo neurobiológico y cognitivo durante esta fase
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Lesiones cerebrales, infecciones o trauma durante el parto pueden interferir con el desarrollo del cerebro. Trastornos como la parálisis cerebral pueden afectar las funciones motoras y cognitivas.
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Los déficits en la maduración de las estructuras cerebrales o la mielinización pueden llevar a retrasos en el desarrollo de funciones cognitivas superiores.
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La falta de estimulación visual o auditiva, como en el caso de la sordera o la ceguera, puede afectar el desarrollo cognitivo relacionado con esas funciones sensoriales.
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Aumento en la actividad motora y coordinación. Comienza el control de la cabeza y el cuello. A nivel cerebral, hay un crecimiento notable en las conexiones sinápticas y una mayor madurez del cerebro. Desarrollo de la percepción sensorial y comienzo de la capacidad para procesar estímulos visuales y auditivos. El bebé empieza a reconocer patrones de sonido y a responder a estímulos, lo que marca el comienzo de la memoria y la atención.
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Comienza la consolidación de funciones cognitivas más complejas, como la memoria de trabajo y la imitación. Se observa un desarrollo más visible en la motricidad fina y gruesa. El cerebro continúa madurando, con un aumento en la mielinización, lo que optimiza la transmisión de información. Se inicia el desarrollo del lenguaje, especialmente con la capacidad de vocalizar y reconocer sonidos, y la comprensión de las palabras.