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Uno de los primeros intentos formales de organización sindical en el país. Aunque muy limitada en influencia, sentó las bases para futuras organizaciones obreras en defensa de derechos laborales.
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Tras la insurrección campesina liderada por Agustín Farabundo Martí, el régimen militar de Maximiliano Hernández Martínez reprime brutalmente a miles de indígenas y campesinos. Esto frena durante décadas el crecimiento del sindicalismo, que pasa a ser visto como un movimiento subversivo.
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Surgen sindicatos más organizados en sectores como la educación (ANDES 21 de Junio), salud y fábricas. Comienzan a vincularse con movimientos sociales y partidos de izquierda, exigiendo mejores salarios, condiciones laborales y derechos democráticos.
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Se fortalecen organizaciones como el FENASTRAS (Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños), que articulan la lucha laboral con demandas sociales y políticas, en un contexto de fuerte represión militar.
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Tras el fin del conflicto armado, el sindicalismo comienza una nueva etapa más institucional. Aunque pierde parte de su fuerza combativa, se vuelve parte del diálogo social y político. Se reconocen legalmente muchas organizaciones sindicales.
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Por la precarización laboral, el aumento del sector informal y las políticas neoliberales, muchos sindicatos pierden fuerza. Sin embargo, siguen luchando por mejores condiciones en sectores como salud, educación, servicios públicos y derechos de las mujeres trabajadoras.