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Define los objetivos de aprendizaje y las competencias que quieres que los alumnos desarrollen y elige un problema de la vida real que pueda servirte para vincular el aprendizaje.
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Divide a tus alumnos en equipos de cinco a ocho personas, y pide a cada grupo que seleccione a dos miembros para desarrollar los roles de moderador y escriba o secretario. El moderador deberá guiar y estructurar la conversación en el grupo, centrar el debate en los aspectos que hay que resolver y hacer que todos los miembros del equipo participen. Por su parte, el escriba o secretario deberá ir anotando todo lo que se vaya diciendo.
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Plantea el problema o caso a tus alumnos y dales tiempo para que lo lean y revisen con atención. Anímales a preguntar y aclarar sus dudas sobre términos o nociones que no entiendan. Después, indícales el tiempo que tendrán para resolverlo y los criterios que vas a utilizar para evaluarlos. Puedes hacerlo a través de la rúbrica que has creado previamente.
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Es hora de que los equipos se pongan a trabajar y tú adquieras el rol de tutor o guía. Para empezar, deberán analizar el caso propuesto y dialogar para identificar cuál es el problema o problemas que deben resolver. Deben expresarlo en una sola pregunta o declaración
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Para terminar de estructurar el problema, los grupos deben llevar a cabo una lluvia de ideas donde cada alumno exponga sus conocimientos sobre el caso, las circunstancias que lo rodean, a qué personas o cosas afecta, o qué implicaciones tiene. Es importante que durante el brainstorming no haya debate: hay que anotar y respetar todas las ideas para poder evaluar más tarde qué puede ser útil y qué no.
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Una vez estructurado el problema, los alumnos deben sacar a colación sus conocimientos previos, adquiridos en clase o por otros medios, relacionar ideas, y plantear posibles respuestas al problema. Cada alumno debe aportar su opinión, y entre todos, deben debatir y evaluar la validez de los conocimientos y las hipótesis.
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Es el momento de que los alumnos encaren la búsqueda de información para resolver los dilemas que han ido surgiendo, alcanzar los objetivos de aprendizaje fijados y profundizar en las raíces y posibles soluciones del problema. Para obtener los datos y conocimientos que necesitan pueden consultar libros, revistas, diarios y páginas de Internet, pero también entrevistar a expertos, realizar experimentos, hacer estudios de campo, maquetas y representaciones etc.
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Una vez concluida la investigación, los alumnos deben poner en común la información recopilada, sintetizarla y, habiendo cubierto los objetivos de aprendizaje, desarrollar una respuesta al problema en el formato que consideren más adecuado. Puede ser un informe, una presentación, una maqueta, un invento, un vídeo… El diálogo y la colaboración son cruciales en esta fase. Después, presentarán la solución ante el resto de compañeros de clase.
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Durante el diálogo en grupo irán aflorando conceptos y dilemas que los alumnos son incapaces de resolver. Es en este momento cuando deben formular los objetivos de aprendizaje. Es decir, lo que no saben pero necesitan aprender para resolver el problema. También es el momento tanto de definir las estrategias que van a utilizar para alcanzar estos objetivos de aprendizaje durante la siguiente fase como de organizar la investigación.
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Evalúa el trabajo de los alumnos mediante la rubrica compartida con ellos al principio, y anímales a auto-evaluarse y evaluar a sus compañeros con los mismos criterios. Les ayudará a desarrollar su espíritu de auto crítica y reflexionar sobre sus fallos o errores.