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A finales del siglo III a. C., los romanos desembarcaron en Ampurias. Los hispanos adoptaron sus costumbres, su organización jurídica y administrativa, y también su lengua: el latín.
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Antes de la llegada de los romanos, coexistían en la Penín-sula diversos pueblos (celtas, íberos, lusi-tanos...) con sus respectivas lenguas.
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En el siglo v, tras la caída del Imperio romano, el latín peninsular, que había mantenido cierta cohesión, empezó a fragmentarse.
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Hacia el siglo x culminó la diferenciación de los primitivos romances peninsulares: el gallego-portugués, el castellano, el catalán, el asturleonés, el navarroaragonés y el mozárabe.
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La preeminen-cia de este romance provocó la desapa-rición del mozárabe y limitó el desarrollo del asturleonés (que da lugar al bable o asturiano) y del navarroaragonés (del que derivan las hablas aragonesas).
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El castellano medieval presenta muchas diferencias con el actual, que afectan al vocabulario, la pronunciación y la ortografía. En el reinado de Alfonso X el Sabio (1252-1284) se promovió la primera regularización ortográfica del idioma.
En este periodo se incorporaron abundantes arabismos: aceituna, albañil, alcalde, aldea, algodón, azúcar... -
La publicación de la Gramática (1492), de Elio Antonio de Nebrija, marcó el inicio del castellano de los Siglos de Oro.
En esta etapa se adoptaron italianismos: piloto, balcón, fachada...; e indigenismos: chocolate, patata, tiburón, tomate... -
En 1713, se fundó la Real Academia Española (RAE), que vela por la unidad y la estabilidad de la lengua. Con este fin, la RAE publica el Diccionario de Autoridades (1726), una Ortografía (1741) y una Gramática (1771).
En esta época se introdujeron numerosos galicismos: hotel chaqueta, interesante, pantalón, sofá... -
El rasgo más característico del español actual es la constante incorporación de neologismos, en particular, de anglicismos.