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En la antigua civilización egipcia y griega, se documentaron los primeros casos de envenenamientos alimentarios. Los egipcios utilizaban venenos para adulterar alimentos, y figuras como Hipócrates ya hablaban sobre los efectos de ciertas sustancias en el cuerpo (Nash, 1990; Hayes, 2007).
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Los romanos utilizaban venenos como el veneno de la cicuta y el plomo en sus alimentos y bebidas. Plinio el Viejo documentó varios venenos utilizados en alimentos y su impacto en la salud humana (Mayor, 1995).
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Durante la Edad Media, el conocimiento sobre envenenamientos alimentarios se limitaba a experiencias empíricas y supersticiones. Sin embargo, el uso de venenos en alimentos estaba presente, especialmente en cortes reales y envenenamientos políticos (Fowler, 2001).
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A medida que avanzaban los estudios científicos, se empezaron a identificar las sustancias químicas peligrosas en alimentos. Los primeros experimentos sobre toxicología química se realizaron en este periodo, como el trabajo de Bernardino Ramazzini, considerado el padre de la medicina ocupacional, quien vinculó algunas enfermedades con la exposición a sustancias tóxicas (Ramazzini, 1700).
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A principios del siglo XIX, científicos como Justus von Liebig y Friedrich Wöhler comenzaron a estudiar la composición química de los alimentos y los efectos de ciertos compuestos en la salud humana. Esto dio origen a la toxicología alimentaria moderna (Finkelstein, 2003)
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Se comenzaron a establecer los primeros protocolos para la regulación de alimentos y su seguridad. La introducción de la Ley de Alimentos y Medicamentos de 1906 en los EE. UU. marcó un hito en la regulación de contaminantes en alimentos (Higby, 2003).
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A mediados del siglo XX, el uso de aditivos alimentarios creció significativamente. Se realizaron estudios para garantizar que estos aditivos no fueran tóxicos para los consumidores, impulsando el desarrollo de la toxicología de los alimentos como una disciplina científica más rigurosa (Lehman Fitzhugh, 1954).
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Se crearon instituciones como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y la FDA en los EE. UU. que comenzaron a establecer límites seguros para sustancias químicas en los alimentos (Wallace, 2014).
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Con el avance de la biotecnología y la biología molecular, la toxicología de los alimentos ha avanzado significativamente, permitiendo la detección de contaminantes a niveles más bajos y la comprensión de los mecanismos biológicos detrás de la toxicidad de ciertos compuestos. (Whitacre, 2010).
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La toxicología alimentaria es una disciplina esencial para garantizar la seguridad de los alimentos que consumimos. Gracias a los avances en esta ciencia hasta el año 2000, se han logrado identificar y controlar numerosas toxinas presentes en los alimentos, contribuyendo así a proteger la salud y prevenir enfermedades relacionadas con la alimentación (Barly, L. P, et al, 2014).
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A partir de la década del 2010, se hicieron más visibles los riesgos de los contaminantes emergentes, como los micro plásticos y los productos químicos no regulados, que afectan a los alimentos.
El desarrollo de tecnologías de vanguardia, como la genómica, la proteómica y la metabolómica, permitió a los toxicólogos estudiar los efectos de las sustancias químicas en los organismos a un nivel molecular más profundo (Barly, L. P, et al, 2014). -
Con los avances tecnológicos, como la inteligencia artificial y la secuenciación genética, la toxicología alimentaria se está volviendo más precisa en la identificación de riesgos potenciales para la salud humana.
La toxicología alimentaria continúa evolucionando, siendo un campo clave para garantizar la seguridad y la salud pública. A medida que la ciencia avanza, se descubren nuevas amenazas. (Barly, L. P, et al, 2014).