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Varrón realizó una larga disquisición acerca de la lengua latina, en la que investigó su gramática, su historia y su uso contemporáneo. Asimismo, trató cuestiones de lingüística general, como la controversia entre analogía y anomalía. Llegó a la conclusión de que el lenguaje es análogo, está gobernado por reglas.
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En esta época ya era necesario el estudio de la lingüística, ya que el imperio de Alejandro Magno era muy extenso y dentro de él se hablaban muchas lenguas diferentes.
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Durante la Edad Media, los textos de Donato y Prisciano fueron esenciales para la enseñanza del latín —la lengua oficial del Imperio Romano de Occidente y posteriormente de la Iglesia—, en que se basaba toda la educación y los estudios lingüísticos.
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Alrededor del siglo XII, se produjo un resurgimiento de la filosofía europea a manos de hombres como San Anselmo de Canterbury y Pedro Abelardo, siempre dentro de la Iglesia, único sostén de la educación.
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En este año aparece la primera gramática castellana de Antonio de Nebrija, en la que se eleva esta lengua a la categoría de la toscana, heredera privilegiada del latín.
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Durante todo el siglo XVI aparecen gramáticas de lenguas vernáculas (español, francés), de lenguas indígenas (quechua, náhuatl), lo que demuestra la necesidad que tienen el nacionalismo político, por un lado, y la Iglesia por otro, de disponer de un instrumento de identificación y de divulgación respectivamente.
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. En esta línea aparece la Minerva de el Brocense o la conocida gramática de PortRoyal, que actúa como eslabón entre las teorías racionalistas del s. XVII y las del XVIII. Muchos pensadores de la Ilustración están influidos por los principios cartesianos que se habían expresado, a nivel semiótico, en la Grammaire (1660) y La Logique (1692) de Port-Royal.
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A propósito del origen del lenguaje y sus relaciones con el pensamiento, el siglo XVIII se halla dividido entre hipótesis racionalistas e hipótesis empírico censistas.
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Este descubrimiento significa todo un empujon en todo el sentido.En
1786, William Jones establece el parentesco del sánscrito con el latín, el griego y
las lenguas germánicas. -
La lingüística moderna tiene su comienzo en el siglo XIX con las actividades de los conocidos como neogramáticos, que, gracias al descubrimiento del sánscrito, pudieron comparar las lenguas y reconstruir una supuesta lengua original, el protoindoeuropeo (que no es una lengua real, sino una construcción teórica).
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Posteriormente, en 1816, en una obra titulada Sistema de la conjugación del sánscrito, Franz Bopp comprendió que las relaciones entre lenguas parientes podían convertirse en una ciencia autónoma. Pero esta escuela,
con haber tenido el mérito indisputable de abrir un campo nuevo y fecundo, no
llegó a constituir la verdadera ciencia lingüística. -
La lingüística propiamente dicha, que dio a la comparación el lugar que le corresponde exactamente, nació del estudio de las lenguas romances y de las lenguas germánicas. Los estudios románicos inaugurados por Friedrich Diez -su Gramática de las lenguas romances data de 1836-1838- contribuyeron particularmente a acercar la lingüística a su objeto verdadero.
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Hasta 1870, más o menos, no se llegó a plantear la cuestión de cuáles son las condiciones de la vida de las lenguas. Se advirtió entonces que las correspondencias que las unen no son más que uno de los aspectos del fenómeno lingüístico, que la comparación no es más que un medio, un método para reconstruir los hechos.
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Un primer impulso se debió al americano William D. Whitney, el autor de La vida
del lenguaje (1875). Poco después, se formó una escuela nueva, la de los
neogramáticos, liderada por alemanes. Su mérito consistió en colocar en
perspectiva histórica todos los resultados de las comparaciones, y encadenar así
los hechos en su orden natural. -
En el siglo XX, Noam Chomsky introduce el generativismo como una nueva corriente lingüística, que destaca por su éxito frente a las limitaciones del enfoque estructuralista. El generativismo desplaza el enfoque de la lengua como sistema a la lengua como producto de la mente del hablante, enfatizando la capacidad innata para aprender y usar una lengua (competencia chomskiana). A finales del mismo siglo, surge la corriente funcionalista, que gana relevancia.