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La Iglesia es prefigurada desde la creación. Ese designio nace en el corazón del Padre.
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Esta preparación lejana comienza con la vocación de Abraham. (Gn 1-4.9)
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"Ahora, pues, si de verdad escuchan mi voz y guardan mi alianza, ustedes serán mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra" (Ex 19, 5)