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Determinan que una región del embrión controla la formación del sistema nervioso central.
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Se establece que defectos en el cierre del tubo neural, como la espina bífida, ocurren durante la cuarta semana de gestación.
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Se vincula la desnutrición materna con retrasos en el crecimiento cerebral fetal.
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Se descubre que las neuronas se desplazan hacia sus ubicaciones finales en el cerebro durante el segundo trimestre.
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Se determina que una copia extra del cromosoma 21 está relacionada con este trastorno genético, lo que refuerza el papel de los genes en el neurodesarrollo.
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Investigaciones muestran que agentes como la talidomida pueden interrumpir el desarrollo del cerebro y causar malformaciones graves.
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Los reflejos primitivos (como el de succión y el de Moro) son identificados como indicadores clave de la maduración neurológica al nacer.
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Estudios confirman que el cerebro en desarrollo tiene una capacidad única para adaptarse y reorganizarse tras una lesión.
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Se establece que el ambiente posnatal, como la interacción y el juego, es crítico para la formación de sinapsis.
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Investigaciones definen periodos sensibles durante los cuales el cerebro es especialmente receptivo a estímulos sensoriales y sociales.
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Se identifica este compuesto como esencial para la supervivencia y diferenciación neuronal.
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Se establece que el sueño REM en neonatos está vinculado al fortalecimiento de las conexiones neuronales.
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Se vincula la poda sináptica anómala con condiciones como la esquizofrenia y el autismo.
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Esto permite identificar cientos de genes involucrados en el desarrollo cerebral y los trastornos del neurodesarrollo.
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Se logra reprogramar células adultas para estudiar el desarrollo cerebral y probar tratamientos.
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Estudios determinan que los primeros 1000 días de vida (desde la concepción hasta los dos años) son fundamentales para el desarrollo del cerebro.
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Se encuentra que los microorganismos intestinales influyen en el desarrollo cerebral y la regulación emocional en la infancia.
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Se documentan retrasos en habilidades sociales y lingüísticas en niños debido al aislamiento social y el cierre de escuelas.
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El uso de CRISPR para corregir mutaciones en genes asociados al autismo y la epilepsia abre nuevas posibilidades terapéuticas.