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Afecciones como dilatación ventricular, alteraciones en áreas prefrontales y temporales y demás se pueden diagnosticar desde el nacimiento hasta los primeros años
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Aunque desde pocos meses se dan vínculos con los padres, pero no es hasta alrededor de los 6 meses que el reconocimiento de los cuidadores es claro. (Taype-Huarca Fernández-González, 2015)
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Alrededor del primer año, la mayoría de los niños comienzan a caminar de una forma independiente. (Semrud Teeter, 2011)
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Se centra en el desarrollo de la memoria, percepción, atención y las habilidades motoras básicas. Así como la formación de vínculos afectivos y reconocimiento de cuidadores(Semrud Teeter, 2011).
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Estos incluyen retrasos motores, comunicativos o del espectro autista. Se empiezan a evidenciar alrededor de los 2 años. (Taype-Huarca Fernández-González, 2015).
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Entre los 2 y 3 años el niño depende todavía de adultos para modular la activación límbica; aparecen rabietas y conductas de escape cuando la corteza prefrontal aún no ejerce control inhibitorio pleno. (Semrud Teeter, 2011)
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Hacia los 4 años el léxico supera las 1 500 palabras y el niño usa categorías lógicas simples; el lenguaje organiza la memoria y permite la evocación sin apoyo perceptivo directo. Se desarrollan las categorías mentales y la comprensión de significados (Semrud Teeter, 2011)
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Errores fonológicos persistentes, escaso vocabulario o falta de comprensión pragmática señalan riesgo de TEL; la intervención debe estimular la ruta fonológica y la semántica simultáneamente. (Semrud Teeter, 2011)
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Emergencia de oraciones complejas, conectores causales y narrativas sencillas. El discurso ahora sirve para autorregular la conducta y negociar reglas en el juego (Taype-Huarca Fernández-González, 2015).
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Inatención persistente, olvidos y distractibilidad marcan los primeros indicios de un TDAH de predominio inatento; es fundamental reforzar rutinas y señales visuales. (Semrud Teeter, 2011)
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Se duplica la capacidad del bucle fonológico y del esbozo visuoespacial, posibilitando seguir instrucciones de varios pasos y resolver problemas de serie corta (Semrud Teeter, 2011)
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Con la escolaridad formal emergen dislexia, disgrafía y discalculia; la evaluación neuropsicológica analiza rutas fonológicas, visuoespaciales y de memoria de trabajo (Taype-Huarca Fernández-González, 2015).
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Se formaliza el diagnóstico clínico, se diseñan programas multisensoriales y adaptaciones curriculares
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Impulsividad, hiperactividad y labilidad emocional persisten; se recomienda intervención combinada (conductual, educativa y farmacológica (Semrud Teeter, 2011).
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Logra clasificar, seriación y conservación; inicia la metacognición: “sé que sé / sé que no sé”. Estas destrezas son sensibles al modelado docente (Taype-Huarca Fernández-González, 2015).
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Puede mantener el foco 20-30 min en tareas monótonas; la vigilancia cognitiva se relaciona con el éxito en lectura y matemáticas (Semrud Teeter, 2011).
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Se manifiestan conductas externalizantes y bullying; la autorregulación ineficiente y la baja empatía son predictores clave (Taype-Huarca Fernández-González, 2015).
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Aumenta la prevalencia de depresión y ansiedad; los cambios hormonales y la presión social actúan como disparadores en cerebros aún inmaduros (Semrud Teeter, 2011).
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Se alcanzan niveles altos de planificación estratégica, inhibición cognitiva y flexibilidad mental; la escuela y la familia deben ofrecer oportunidades de toma de decisiones reales (Taype-Huarca Fernández-González, 2015).
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Deficiencias en empatía o teoría de la mente dificultan la pertenencia grupal; pueden vincularse a trastornos del espectro autista o de personalidad emergente (Semrud Teeter, 2011).
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El córtex prefrontal sigue mielinizándose; la brecha entre emoción (sistema límbico) y control (PFC) favorece conductas de riesgo y decisiones impulsivas (Semrud Teeter, 2011)..
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La integración de redes fronto-límbicas permite empatía compleja, juicio moral y autoimagen estable. Se formulan proyectos de vida y metas a largo plazo. (Taype-Huarca Fernández-González, 2015)