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(en alemán: Deutsch-Französischer Krieg; en francés: Guerre franco-allemande) fue un conflicto bélico que se libró entre el 19 de julio de 1870 y el 10 de mayo de 1871 entre el Segundo Imperio francés (y después de la caída del régimen, por la Tercera República Francesa) y el Reino de Prusia (y posteriormente, Imperio alemán), con el apoyo de la Confederación Alemana del Norte y los reinos aliados de Baden, Baviera y Wurtemberg.
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Primeros pasos a la Disolución de los sistemas Bismarckianos
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Nuevo impulso al proyecto naval alemán y la decisión de no renovar el tratado de reaseguro de Rusia en solidaridad con Austria.
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Para el Imperio ruso significó un aliado frente a las pretensiones balcánicas de Austria-Hungría, aliada del Imperio alemán, y una contraposición a los intereses coloniales británicos. Francia seguirá siendo el principal aliado de Rusia hasta 1917, desde el punto de vista económico, financiero y militar.
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Se trata de un conflicto que estalló en octubre de 1899 en Suráfrica, entre el Reino Unido y los colonos de origen holandés (bóers o afrikaners), a causa de las tensiones surgidas después del descubrimiento de oro en la colonia de Transvaal en 1887
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La Primera Crisis Marroquí (también conocida como la Crisis de Tánger) se refiere a la crisis internacional sobre el estatus colonial de Marruecos entre marzo de 1905 y mayo de 1906. Esta crisis estuvo a punto de desencadenar una guerra entre Francia y Reino Unido contra el Imperio alemán, lo que podría haber ocasionado la Primera Guerra Mundial, sólo que casi una década antes.
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La desintegración del Imperio Otomano estuvo acompañada de las reivindicaciones nacionalistas de los nuevos estados surgidos en el siglo XIX. El nacionalismo se mezcló con problemas de carácter étnico, religioso y cultural. Las grandes potencias intervinieron en todos ellos según sus intereses, bien de forma directa, caso de Austro-Hungría, Rusia e Italia, o indirecta, como ocurrió con Alemania, Francia y Gran Bretaña.
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La liga nació de forma un tanto improvisada, como reacción frente a la fácil derrota de los otomanos en la guerra ítalo-turca de 1911-12, un hecho que les costó Libia y el Dodecaneso. Los estados balcánicos vieron una oportunidad inmejorable para atacar al enemigo turco, aturdido y sumido en el caos interno tras la derrota, y conseguir por fin los territorios que sus sectores más nacionalistas ansiaban.