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Durante la Antigüedad y hasta el siglo IV, el infanticidio era una práctica común en diversas civilizaciones. Los padres resolvían los problemas con los niños matándolos. Solo sobrevivían aquellos que lograban superar esta práctica. Con el tiempo, el cristianismo influyó en la condena de esta costumbre, llevándola a su prohibición progresiva en el Imperio Romano
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Los hijos eran entregados a nobles o familiares en adopción o como criados. El abandono infantil era una práctica común, muchas veces motivada por la pobreza o la imposibilidad de criarlos.
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Se considera a los niños como 'malos de nacimiento', por lo que la educación se centraba en la corrección de su naturaleza. La crianza era responsabilidad de una persona de confianza, y la disciplina rígida era vista como necesaria para moldear su carácter.
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Se empieza a reconocer la inocencia y la bondad innata de los niños. Surge una visión más positiva de la infancia, influenciada por corrientes filosóficas y religiosas que destacan su pureza y necesidad de protección.
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Se incrementan las publicaciones de manuales para la instrucción infantil. Los niños son considerados como 'arcilla a la que hay que dar forma'.
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Transición en las relaciones paternofiliales. Los padres buscan dominar la mente del niño y controlar su interior a través de amenazas. La educación se vuelve más estricta, con un énfasis en la obediencia y la moral, reflejando el auge de nuevas corrientes pedagógicas.
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Se considera al niño como un ser primitivo. Jean-Jacques Rousseau reconoce el valor positivo de la infancia y la importancia de una educación adecuada.
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Se fomenta la educación de los niños. El padre empieza a implicarse en la formación de los hijos y apoya a la madre en la crianza. La infancia comienza a ser vista como una etapa clave para el desarrollo, impulsando reformas en el sistema educativo y en la protección infantil.
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Gran compromiso de los padres en la crianza de los hijos. Se reduce el castigo y se incrementa el refuerzo positivo, priorizando el bienestar emocional y el desarrollo integral del menor.
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Se reconoce a los niños como sujetos sociales de derecho, con autonomía y necesidades específicas.
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La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño establece su reconocimiento como ciudadanos con derechos propios.
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La UNESCO define cuatro dimensiones del aprendizaje: aprender a conocer, a hacer, a ser y a convivir juntos.