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Tras la derrota de los visigodos en la batalla de Guadalete, los musulmanes bajo el liderazgo de Tariq ibn Ziyad inician la conquista de la Península Ibérica. Este evento marca el comienzo de la expansión islámica en la región, llevando a la creación de Al-Ándalus.
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Abderramán I escapa de la caída del Califato Omeya en Damasco y funda el Emirato independiente de Córdoba, convirtiéndose en el primer emir independiente en la Península Ibérica.
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Abderramán III proclama el Califato de Córdoba, alcanzando el máximo esplendor político, cultural y económico en Al-Ándalus. Durante este período, Córdoba se convierte en uno de los principales centros intelectuales y urbanos de Europa.
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Tras la muerte del Califa Hisham II, Al-Ándalus entra en una etapa de fragmentación con la formación de pequeños reinos de taifas, cada uno gobernado por diferentes dinastías musulmanas, lo que debilita a la región frente a los reinos cristianos del norte.
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La llegada de los almorávides, provenientes del Magreb, fortalece a Al-Ándalus tras la victoria en la batalla de Sagrajas, pero también representa un mayor endurecimiento religioso.
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Los almohades, sucesores de los almorávides, expanden su control en Al-Ándalus, llevando a una segunda gran etapa de centralización, aunque cada vez más contestada por los núcleos cristianos en el norte.
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La batalla de las Navas de Tolosa marca el declive definitivo de Al-Ándalus, con la derrota de los almohades y el inicio del fin del dominio musulmán en la península.
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Tras años de resistencia, el Reino Nazarí de Granada es establecido como el último bastión musulmán en la península. Este reino resistirá durante casi dos siglos más, hasta su caída definitiva en 1492.
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La toma de Granada por los Reyes Católicos marca el final de la presencia musulmana en la Península Ibérica, concluyendo la Reconquista.