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Nace Francisco de Asis en una pequeña región de Italia, su padre era comerciante y su madre perteneciente a una noble familia. La gente apodó al niño “Francesco” (el francés) aunque éste había recibido en su bautismo el nombre de “Juan”.
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En su juventud no se interesó ni por los negocios de su padre ni por los estudios. Participó en una batalla entre las ciudades de Asís y Perugia, donde luego estuvo encarcelado y padeció una enfermedad terrible. Sueña con ser caballero en batalla.
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Se entrega totalmente al servicio de Dios y renuncia a su herencia familiar para llevar durante dos años una vida eremítica, dedicado a reparar las iglesias de San Damián, San Pedro y Santa María de los Ángeles.
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Un llamado divino de una Imagen de Cristo, Ve, Francisco, repara mi iglesia. Ya lo ves: está hecha una ruina” adicional a la voz "no poseyera nada, pero hiciera el bien en todas las partes”. De tal manera empezó a predicar, provocando la renovación de la espiritualidad cristiana del siglo XIII.
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En 1212 emprende camino a Tierra Sana con ánimo e intención misionera de predicar y evangelizar.
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En septiembre de 1224 tras cuarenta días de ayuno rezando en el monte Alverno sintió un dolor mezclado con placer mientras las marcas de la crucifixión de cristo, pasó sus últimos días con seguera total.
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Francisco de Asís falleció el 3 de octubre de 1226 cerca de la capilla de Porciúncula y fue sepultado en San Giorgio.
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Fue canonizado el 16 de julio de 1228 por el Papa Gregorio IX. Sus restos se encuentran en la Basílica de San Francisco en Asís.
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El papa Juan Pablo II le proclamó patrón de los ecologistas. Sus emblemas son el lobo, el cordero, los peces, los pájaros y los estigmas. Su festividad se celebra el 4 de octubre.