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• En 1979 los países de la Comunidad Económica Europea (CEE) crearon el sistema monetario europeo (SME). Los objetivos incluían: crear una zona de estabilidad monetaria en Europa, coordinar políticas cambiarias frente a los países fuera de la CEE y preparar el camino para la Unión Económica Europea
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En 1991, en Maastricht, los 12 miembros de la CEE firmaron un tratado que establecía un cronograma para la creación de la Unión Europea (UE) con una moneda común, el euro, y un banco central común. Los países firmantes acordaron coordinar sus políticas fisca les y monetarias y establecieron los criterios de convergencia. Cada país se comprometió a: Mantener el déficit presupuestario por debajo de 3% del PIB.
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En enero de 1999, 11 de los 15 miembros de la UE adoptaron una moneda común: el euro. Renunciaron a su soberanía monetaria, pero mantuvieron la soberanía fiscal. Fue un acontecimiento histórico, cuyas consecuencias todavía no se comprenden bien. El valor de cada moneda fue irreversiblemente fijado en términos del euro y desde ese momento dichas monedas dejaron de ser independientes.
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• Durante los primeros dos años el euro se utilizó únicamente en pagos interbancarios. En enero de 2002 se introdujeron los billetes y monedas de euro y
• en julio de 2002 se retiraron las monedas nacionales, convirtiéndose el euro en el único medio de pago en los 12 países -
En el momento de su lanzamiento, el valor del euro era de USD 1.18. Después empezó a bajar hasta llegar a USD 0.83 en octubre de 2002: una depreciación de 29.7%.
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En los siguientes años el euro no sólo recuperó su valor, sino que se apreció, alcanzando el nivel de USD 1.6 en 2008 (una apreciación de 93% desde su nivel más bajo).
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2008 los países del euro registraron altas tasas de crecimiento, sobre todo en el sur del continente. Se vio una clara convergencia de los niveles de vida con los países del sur, alcanzando los niveles de vida del norte.
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• La crisis de la deuda soberana,5 que empezó en Grecia en 2009, puso en duda la viabilidad de la moneda común. Se levantaron voces, sobre todo en Gran Bretaña, acerca de que, en principio, la idea del euro era mala y que su derrumbe era inevitable. Se insistió incansablemente en la tesis de que una unión monetaria sin una unión fiscal no tiene sentido y, por ende, es inviable.