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Las primeras células procariotas surgieron en océanos primitivos. Su metabolismo y capacidad de transmitir señales químicas fueron la base para la posterior evolución de sistemas de comunicación más complejos.
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En el período Ediacárico aparecieron los primeros organismos multicelulares grandes. La diferenciación celular permitió especialización y coordinación entre células, sentando las bases para sistemas nerviosos.
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En el período Ediacárico aparecieron los primeros organismos multicelulares grandes. La diferenciación celular permitió especialización y coordinación entre células, sentando las bases para sistemas nerviosos.
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Surgen células especializadas en transmitir impulsos eléctricos gracias a canales iónicos. Estas primeras neuronas permitieron respuestas rápidas al entorno, aumentando la supervivencia de los animales.
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Medusas y anémonas presentan redes nerviosas difusas, sin cerebro centralizado. Este modelo permitió a los cnidarios responder de forma simple pero efectiva a estímulos ambientales.
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En los animales bilaterales apareció una organización más centralizada: cordones nerviosos longitudinales con ganglios. Este sistema dio origen a reflejos más rápidos y movimientos coordinados.
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La cefalización llevó a la formación de un cerebro tripartito en peces primitivos: prosencéfalo (sentidos), mesencéfalo (movimiento) y rombencéfalo (funciones básicas). Fue un paso clave hacia el control complejo del cuerpo.
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Con Homo habilis comenzó un gran aumento del tamaño cerebral, vinculado al uso de herramientas, la caza y la cooperación social. Su cerebro rondaba los 600–700 cm³, mucho mayor que el de primates anteriores.
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Con un cerebro de unos 1350 cm³, el Homo sapiens desarrolló lenguaje complejo, pensamiento simbólico, memoria avanzada y cultura. Estas capacidades dieron lugar a civilización, ciencia y arte.