-
El frutero es un tema transversal en la creación picassiana, con diversas manifestaciones en períodos puntuales. En sus inicios destacan las obras académicas de rasgos propios de finales siglo XIX, pues la naturaleza muerta era uno de los géneros inherentes a la formación artística.
-
Braque y Picasso trabajaron de la mano durante varios años y ambos evolucionaron en el cubismo, tanto el analítico como el sintético, creando obras en las cuales predominaban las naturalezas muertas como motivos de representación. Se agrupaban los objetos y se pintaban desde múltiples planos con lo cual se les podía reconocer aunando todas las partes para formar finalmente la imagen de las mismas.
-
Los pájaros muertos ejemplifica las constantes del cubismo picassiano, que configura un nuevo espacio pictórico en el que el objeto se define desde varios puntos de vista y se reduce a sus formas geométricas más elementales.
-
Resuelta por medio de la inclusión de un óvalo horizontal que remite a las mesas de juego, la composición se estructura en torno a diversos motivos (los naipes, los dados, una copa…), la mayoría de ellos relacionados con el mundo de los juegos de azar.
-
La botella de anís, Juan Gris rinde homenaje a los líderes del movimiento cubista, Picasso y Braque, e incluso a sí mismo como partícipe de los hallazgos surgidos en el seno de esta corriente. Así, en el motivo que da nombre a esta composición (una botella de este particular tipo de bebida espirituosa) aparecen los nombres de tres localidades ligadas por una u otra razón a los tres grandes cubistas (Picasso, Braque y el propio Gris): Badalona, cercana a Barcelona, París y Madrid.
-
Esta obra la realizó en 1914 la pintora española de vanguardia María Blanchard, cuyo nombre real era María Gutiérrez Cueto (1881 – 1932).
En el caso de La comulgante se trata de una imagen que sobre todo nos transmite un tono humorístico y de fina ironía sobre la sociedad española de principios del siglo XX, una sociedad un tanto atrasada respecto a otros países europeos. -
Las búsquedas llevadas a cabo por Joan Miró entre 1916 y 1918 iban a desembocar en la creación de cuatro paisajes detallistas, realizados en el verano de 1918 en Montroig. Estas composiciones –que culminarían, a su vez, en la famosa obra titulada La masía, de 1922– son consideradas como de innegable importancia en la evolución del estilo del pintor, ya que evidencian un cambio sustancial con respecto a su producción inmediatamente anterior.
-
-
En 1920 Juan Gris se traslada a la localidad costera de Bandol-sur-Mer, donde en 1921 realiza la mayoría de los lienzos que integran su serie de «ventanas abiertas».
-
«Durante las horas en las que le servía de modelo, yo no me cansaba de observar aquel paisaje que ya, para siempre, ha formado parte de mí misma. Pues siempre me pintaba cerca de alguna ventana. Y mis ojos tenían tiempo de entretenerse en los detalles más pequeños». Paloma Esteban Leal
-
En esta naturaleza muerta, los ecos lorquianos están presentes en la mayor parte de los motivos incluidos: la guitarra, la luna que asoma en lo alto de la escena, y a la que glosaría Lorca en su Oda a Salvador Dalí –«La Noche, negra estatua de la prudencia, tiene el espejo redondo de la luna en su mano»– y, sobre todo, el busto que reposa sobre la mesa y que parece ser un retrato de Lorca.
-
Cuatro mujeres modernas de cuerpos estilizados, se relajan en una salita, leyendo y fumando, cada una a lo suyo, sin comunicarse entre sí. El cuadro es opresivo y claustrofóbico, apenas hay espacio alrededor de las figuras, que quedan comprimidas dentro de los límites del lienzo.
-
Algunos años después de realizar La verbena (1927), en la que se evocan motivos iconográficos como muñecos y maniquíes, Maruja Mallo lleva a cabo Tierra y excrementos (1932), una obra sorprendente por su inquietante temática y por su evocación de la materialidad de la tierra. Estas características aproximan a su autora al surrealismo telúrico, practicado por los artistas de la Escuela de Vallecas.
-
(Pintura [Caracol, mujer, flor, estrella]) se combina el característico grafismo lineal de Miró con una serie de potentes manchas cromáticas. Los diversos protagonistas, de apariencia surreal, comparten el proceso de una inminente metamorfosis. No obstante, sus deformados miembros contrastan con el lirismo y la poesía de las grafías introducidas en el lienzo como parte de la propia composición, y dando título a la misma.
-
La figura ha sido construida mediante signos de los elementos del cuerpo femenino, realizados en chapa soldada, que sugieren la imagen de una figura en reposo, de acuerdo con una de las representaciones canónicas de la modelo en el estudio. Una síntesis de volúmenes regulares y signos lineales, con los que expresa el sentido de la gravedad y la rotundidad de la forma femenina en esa actitud, convierte a la obra en una escena intemporal, sin anécdota.
-
Las particulares representaciones humanas y animales de Miró, basadas en figuras geométricas de colores planos y puros, forman parte del imaginario de un pintor del Surrealismo que, a diferencia de Dalí, tiende más al arte abstracto.
-
El dolor y el sufrimiento se hacen patente en la serie. Las líneas se quiebran, los colores se contraponen y la perspectiva se deconstruye para mostrar diversos puntos de vista siguiendo los principios del cubismo. Las tonalidades intensas captan la atención hacia los puntos más dramáticos: las manos, los ojos y la boca. El tiempo y el espacio se fragmentan ante el caos, la inseguridad y la desesperación. La serie es un grito de dolor ante las atrocidades de la guerra.
-