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El neurocirujano Paul Broca identificó una región del lóbulo frontal que es esencial para la producción del habla. Su descubrimiento fue crucial para comprender trastornos como la dislalia y la afasia infantil.
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El psicólogo James Baldwin propuso que el desarrollo infantil ocurre en etapas y está influenciado por la interacción entre la biología y el entorno. Sus estudios fueron fundamentales para la psicología del desarrollo y sentaron las bases para futuras teorías sobre la adquisición de habilidades cognitivas y motoras en los niños.
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Arnold Gesell, pediatra y psicólogo, realizó estudios longitudinales sobre el desarrollo motor infantil y estableció hitos del crecimiento, como la edad promedio en la que los bebés comienzan a sentarse, gatear y caminar. Su trabajo ayudó a crear herramientas de evaluación del desarrollo infantil.
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Hans Asperger describió a niños con dificultades en la interacción social pero con habilidades cognitivas avanzadas. Décadas después, su trabajo llevó al reconocimiento del Síndrome de Asperger, aunque en 2013 fue integrado dentro del Trastorno del Espectro Autista (TEA).
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El psiquiatra Leo Kanner publicó el primer estudio sobre el autismo, en el que describió a niños con dificultades en la interacción social, patrones de comportamiento repetitivos y habilidades cognitivas inusuales. Su trabajo fue el inicio de la comprensión del Trastorno del Espectro Autista (TEA).
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Piaget explica cómo los niños desarrollan la capacidad de representar mentalmente objetos y situaciones, lo que es clave para el lenguaje, la imaginación y el pensamiento abstracto. Su teoría del desarrollo cognitivo sigue siendo una referencia fundamental.
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Nancy Bayley diseñó una prueba estandarizada para evaluar el desarrollo motor, cognitivo y lingüístico en bebés y niños pequeños. La "Bayley Scales of Infant Development" sigue siendo una herramienta clave en la evaluación del desarrollo infantil en la actualidad.
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El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) fue reconocido como una condición médica en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-II). Este reconocimiento permitió el desarrollo de criterios de diagnóstico y tratamientos específicos.
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Alan Baddeley y Graham Hitch propusieron que la memoria de trabajo es esencial para el aprendizaje infantil, ya que permite retener y manipular información temporalmente. Esta teoría ayudó a comprender mejor los déficits de atención y aprendizaje en niños con alteraciones del desarrollo.
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Este estudio longitudinal reveló que los hermanos de niños con autismo tienen hasta 20 veces más probabilidades de desarrollar la misma condición. Esto llevó a la identificación de factores genéticos y ambientales en el desarrollo del TEA.
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Investigaciones en neurociencia demostraron que el cerebro de los niños pequeños es altamente plástico y puede reorganizarse en respuesta a la estimulación ambiental. Este descubrimiento abrió nuevas posibilidades en la intervención temprana para niños con retrasos en el desarrollo.
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Investigaciones en neurociencia cognitiva revelaron que el córtex prefrontal, encargado de funciones ejecutivas como la planificación y el control de impulsos, sigue madurando hasta la adolescencia. Esto explicó por qué los niños pequeños tienen dificultades para regular su comportamiento.
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La finalización del Proyecto Genoma Humano permitió identificar genes relacionados con condiciones como la parálisis cerebral, el autismo y la dislexia, abriendo el camino a nuevas estrategias de diagnóstico y tratamiento.
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Investigadores de Harvard descubrieron que los bebés pueden razonar y hacer inferencias simples antes del primer año de vida. Este hallazgo desafió la idea de que el razonamiento complejo solo aparece en etapas posteriores del desarrollo.
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Investigaciones recientes en terapia génica han mostrado avances prometedores en el tratamiento de enfermedades del desarrollo neurológico, como la atrofia muscular espinal y ciertos tipos de epilepsia infantil.