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Desde la Edad de Piedra se masticaban raíces y cortezas de árboles sin fin alimenticio. Miles de años después, en Egipto y la antigua Grecia se masticaban algunas resinas de árboles y plantas para favorecer la higiene bucal.
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El chicle moderno nació en las selvas de la región del Petén en la Península de Yucatán, donde los mayas masticaban savia de chicozapote para limpiarse los dientes y para inhibir el hambre durante los rituales de ayuno. El nombre del chicle deriva del náhuatl "tzictli", relacionado con “sicte”, que significa sangre o fluido vital, y que era el nombre dado por los mayas a la savia del chicozapote.
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La primera goma de mascar comercial fue creada por John Curtis en y se llamó “State of Maine Pure Spruce Gum”, pero estaba hecha de resina de abeto.
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La primera persona en patentar al chicle fue William F. Semple.
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Cuando Antonio Lopez de Santa Anna dejó de ser presidente en México y se fue a vivir a Estados Unidos, conoció al fotógrafo e inventor Thomas Adams, a quien le contó el proyecto que estaba planeando: aprovechar la resina del árbol llamado chicozapote, originario de Yucatán.
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La primera caja de chicles Adams se vendió con el color original y sin sabor. Aun así el negocio creció con tanto éxito que un comerciante de Louisville, Kentucky, que ya vendía una resina endulzada como golosina, ordenó un cargamento de chicle mexicano y lo endulzó originando la primera marca competidora de Adams: la Colgan.
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El sabor fue algo más difícil de añadir ya que el chicle no absorbe sabores, pero si absorbe azúcar. Así que se le ocurrió a un vendedor de palomitas de Cleveland, Ohio. Mezclar saborizantes con jarabe de maíz y después añadir la mezcla al chicle. Como el jarabe es básicamente azúcar, el experimento tuvo éxito dando origen al primer chicle de menta con el nombre de Yucatán.
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El primer chicle capaz de hacer bombas fue inventado por Walter Diemer; el chicle era de color rosa y se vendía con la marca Dubble Bubble.
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Los viejos campamentos chicleros fueron los que dieron origen a las nuevas comunidades forestales, que actualmente resguardan las principales reservas productivas forestales de la Península de Yucatán. En 1930 se retiraron las concesiones y se transfirió la propiedad a las comunidades locales. Trajo resultados positivos inmediatos al nivel de vida de los campesinos, el ingreso por la venta de chicle aumentó 300 por ciento y se formaron pequeños asentamientos.
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Cuando el chicle alcanzó los cuatro rincones del mundo. Los soldados norteamericanos lo llevaron consigo por la facultad que tiene de relajar la tensión nerviosa, ejercitar los músculos del cuello y cara, estimular la producción de saliva e inhibir el hambre momentáneamente. Su importancia fue tal que cuando el enemigo lo descubrió, su traslado marítimo a través del Golfo de México era casi siempre custodiado por submarinos de EU.
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La industria chiclera buscaba otras alternativas como fuente para la fabricación de chicle y en la década de los 40's se inventó la goma sintética (la goma de mascar) compuesta por polímeros derivados del petróleo, llevando a la decadencia de la extracción del látex.
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La extracción de látex alcanzó su máximo nivel cuando en México sé exportó a Estados Unidos 8 165 toneladas de goma natural.
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Después del conflicto bélico se descubrieron sustitutos sintéticos de origen petroquímico, por lo que la explotación del chicle decayó vertiginosamente y sólo algunas cuantas compañías siguieron utilizando el chicle natural. El mercado asiático era un fuerte consumidor de la goma base producida por Estados Unidos, y con el surgimiento de la sintética se vio ante la necesidad de desarrollar sus propias fórmulas de goma de mascar con base en chicle natural.
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La caída de la demanda de goma natural en el mercado internacional, la actividad chiclera sufrió un grave deterioro: de los 20 mil chicleros que había en 1942, el número se redujo a sólo mil en 1994.
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Se constituyó el Consorcio Chiclero como una empresa social integradora, resultado de la fusión de sociedades cooperativas y de producción rural de los estados de Quintana Roo y Campeche.
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El consorcio instaló una planta piloto para la producción de goma de mascar, y logró ajustar las formulaciones para producir, a nivel artesanal, una goma que contiene cuando menos 40 por ciento de látex orgánico certificado, mezclado con aromas, sabores y aditivos naturales, consolidando así un proceso de apropiación de un recurso natural que se ha comercializado por cien años como materia prima.
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El Consorcio Chiclero, que administra la producción, la logística, el comercio y las finanzas, ha demostrando que es posible realizar una cosecha sustentable del chicle, elaborar Chicza y construir un negocio rentable. A cinco años de haber emprendido el camino para darle valor agregado y transformar la materia prima del chicle en goma de mascar, el coraje y la perseverancia han dado sus frutos: hoy, este producto elaborado significa un ingreso seis veces mayor para un chiclero.
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El Consorcio Chiclero reúne a más de 40 cooperativas, unos 2,000 chicleros, y es propietario de la marca, la planta procesadora, la comercializadora y exportadora de Chicza, que se produce desde 2009, cuenta con el certificado orgánico, y actualmente se comercializa en 25 países de la comunidad europea, medio oriente y Australia.
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Actualmente, la empresa produce alrededor de 150 toneladas de chicle en forma natural y 100 en goma de mascar certificada 100% natural y biodegradable, desde una pequeña planta situada en Chetumal, QR. Cada persona que se lleve a la boca una tableta de Chicza en cualquier parte del mundo, estará contribuyendo de manera directa y personal al bienestar de los productores de chicle de las selvas tropicales del sur de México y mantener viva la Selva Maya.