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Nací en la Ciudad de México un caluroso día de julio. Fui el resultado del gran amor de la vida de mi madre. Ella salió adelante de una fuerte depresión después de la muerte de mi padre. Es una mujer fuerte y siempre me transmitió eso.
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Hasta los 5 años viví en la Ciudad de México en compañía de mis abuelas materna y paterna. Aunque fue una infancia solitaria, fue muy amorosa. Puede decirse que hasta recuerdo los rayos de sol cruzando la sala como momentos hermosos.
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A los 6 años llegué a Aguascalientes, creí que habría playa, ¿quién le pone nombre de "agua" a un lugar donde no hay agua? De pronto conocí al "nuevo papá" que mi mamá había adquirido. Fueron tiempos difíciles pero me hicieron fuerte. Nueva escuela, nueva casa, nuevo papá y nueva vida.
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Fui una niña Montesori. Disfruté mucho cada instante, aprendí muchísimo y puede decirse que este tipo de educación jugó un papel importante en la adulta que soy hoy.
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Ella es una de las personas más importantes en mi vida. Con ella he llorado, peleado, reído como loca, soñado, luchado... en fin, tengo mucho que agradecer por esta hermosa persona.
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Entré a una de las secundarias más disputadas en Aguascalientes (en aquellos tiempos) Ahí me enamoré del teatro, del baile y de la rareza. Mi rebeldía afloró, tuve problemas con maestros, con personal administrativo, mi madre, compañeros, materias... No me gustaba el conductismo en la escuela, sufrí mucho para adaptarme al nuevo sistema pero lo logré y sobreviví, aunque me costó 4 años.
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En 2004, mi madre, desesperada por mi actitud, me llevó con un sacerdote, una monja y sus imanes, un convento y, finalmente, el neuropsiquiátrico. Fui malvada y cruel, estaba muy molesta, habían pasado cosas en mi vida que no deben pasarle a nadie. Me dijeron que tenía trastorno bipolar. Comenzó una temporada de medicamentos y visitas médicas que siempre detesté pero eran necesarias para volver a la realidad.
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También estuve en la preparatoria más solicitada en Ags. También me costó 4 años. No me gustaba asistir a clases, me molestaban mucho las tonterías de los compañeros y lo lento que impartían las clases. Reprobé muchas veces por faltas y los extraordinarios eran lo mío en cada semestre. Disfruté mucho la preparatoria y aún me recuerdan como una persona bastante singular. No me enorgullece haber reprobado ni mucho menos recursar, equivocadamente tomé el camino largo y difícil.
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En 2008 conocí a quien puedo definir como el hombre que cambió todo. Me hizo volar y me hizo sufrir. La relación duró 5 años, era una relación mala, codependiente y violenta (celos y chantajes) Sin embargo lo recuerdo con mucho cariño, valoro momentos hermosos que viví a su lado.
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Al egresar de preparatoria era momento de decidir qué carrera elegir. Mis opciones eran: Medicina, Psicología, Filosofía o Letras. Mi madre me apoyaba siempre y cuando me quedara en Ags. No elegí medicina por miedo a no ser suficiente. Psicología no me parecía tan interesante el plan de estudios de la UAA. Filosofía no quería estudiarla si no era en la UNAM (mi madre no me dejaría irme a CDMX) y, finalmente, me decidí por Letras Hispánicas porque quería ser escritora (gran error)
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Amé esa carrera, me dio muchas satisfacciones. Seguí con mi terrible patrón de no asistir, hacer extraordinarios y aprobar. Me pasaba el tiempo, entre las áreas verdes, la biblioteca, leyendo y escribiendo. Conocí a excelentes profesores que se cansaron de regañarme por no "cumplir" teniendo la capacidad. Mientras realizaba mi tesis me di cuenta de que el amor por la Psicología no se había apagado.
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Apoyé en investigaciones Filológicas y Lingüísticas. Mi sueño era convertirme en investigadora como las doctoras que me adoptaron como su becaria.
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Mi primera experiencia Conacyt. Viví en Guanajuato con mi mejor amiga. Visité lugares hermosos, leía y escribía a montones, salía a caminar en la madrugada para refrescar mis ideas. Amaba el vino, el café, las lluvias, el ejercicio, el silencio. Disfruté cada segundo.
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Entré a trabajar en periódicos locales por necesidad. Era estudiante, becaria y trabajaba en bares como mesera y en periódicos como correctora de estilo. Me encantaba tener la mente ocupada.
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En abril de 2013, casi por egresar de la carrera, decidí independizarme. Conseguí una casa que podía pagar con lo poco que ganaba y me mudé. Vivía con mi perro (Cerati) y era muy feliz.
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En uno de los periódicos que trabajé conocí al que entonces era el jefe de redacción. Intentaba cuidarme, me procuraba y poco a poco fue ablandando mi corazón hasta que me enamoré. Un hombre completamente diferente a lo que yo había conocido. Hoy es mi esposo.
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La maternidad no estaba en mis planes. En realidad yo quería recorrer el mundo y vivir mi libertad, como siempre lo había intentado. Una mañana de mayo me doy cuenta de que estoy embarazada. En ese momento mi ser se llenó de un amor inexplicable. Decidí seguir con el embarazo y que ese gran amor creciera en mi vientre.
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Luego de sentirme perdida al término de mi carrera decidí poner mi propio negocio. Amaba cocinar, me encantaba inventar y ser productiva. Abrí mi cocina económica llamada Arrocito Corazón. La amé hasta darme cuenta de que los ascos por el embarazo son más grandes que cualquier amor a cocinar.
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Recuerdo cada instante de ese día, recuerdo mis nervios reprimidos, el corazón ansioso por conocer a esa personita que amaba desde antes de sentirla. Fue maravilloso conocer su rostro, su olor, su piel. A partir de ahora yo no me pertenecía más.
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Luego de mucho tiempo fuera y algo de óxido en mi cerebro, decidí volver a la investigación. Participé en un encuentro de Jóvenes Investigadores que organizó Conacyt, logré participar como ponente y la publicación de mi abstract. Fue increíble sentirme viva intelectualmente de nuevo.
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En 2017 empecé a trabajar en el ámbito educativo. Ya, anteriormente, había impartido clases en escuelas abiertas. Me apasiona estar frente a grupo, impartir una clase y hacer volar la imaginación de los jóvenes. Impartí Filosofía, Lectura y Redacción, Administración de Recursos Humanos, Mercadotecnia, Artes escénicas, entre otras materias.
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Después de 6 años de vivir juntos, una niña y muchos animalitos, decidimos firmar el contrato de matrimonio. Hoy ya son 8 años juntos.
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En enero 2020 ingreso a la UNAM. Tal vez no estoy Ciudad Universitaria pero formo parte de la universidad que siempre soñé. He dejado de lado, por mucho tiempo, mis ambiciones personales; sin embargo, aún me siento con capacidad para lograr mis metas. Es mi tercer intento y no pienso darme por vencida. Debo encontrar un equilibrio entre la maternidad, mi trabajo y el estudio. Avanzaré un día a la vez.