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Nació en País Vasco, España en 1491, un año antes del descubrimiento de América. Su nombre de nacimiento era Íñigo
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Debido a la muerte de su madre, la señora María de Velasco pidió al padre de Íñigo, Beltrán, que le mandase a su hijo para educarlo en la corte, donde aprende sobre el dominio de armas.
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Se produjo una incursión de tropas franco-navarras procedentes de Baja Navarra en su intento de reconquista y expulsión del invasor. Al mismo tiempo se sublevó la población de varias ciudades, incluida la de Pamplona, donde estaba Íñigo. En el combate fue alcanzado por una bala de cañón que pasó entre sus dos piernas, rompiéndole una e hiriéndole la otra.
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Se hospedó en el Monasterio de Montserrat de los benedictinos al mismo tiempo de que abandona su vida militar. De esa forma llegó a Manresa, donde permanecería diez meses. En Manresa se produjo el cambio drástico de su vida, «cambiar el ideal del peregrino solitario por el de trabajar en bien de las almas, con compañeros que quisiesen seguirle en su camino». De esta experiencia nacieron los Ejercicios espirituales, que serían editados en 1548 y son la base de la espiritualidad ignaciana.
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Su amiga Isabel Roser le aconsejó que iniciase estudios. Aprendió latín y se inscribió en la universidad. Estudió en Alcalá de Henares; vivió y trabajó en el Hospital de Antezana como enfermero y cocinero para los enfermos. Posteriormente, fue a Salamanca, hablando a todos sobre sus ejercicios espirituales.
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Entró en la Universidad de París, donde permaneció más de siete años, aumentando su educación teológica y literaria, y tratando de despertar el interés de los estudiantes en sus Ejercicios espirituales.
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Tenía seis seguidores clave: Francisco Javier, Pedro Fabro, Alfonso Salmerón, Diego Laínez, Nicolás de Bobadilla y Simão Rodrigues (portugués).
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Viajó a Flandes e Inglaterra para conseguir dinero para su obra. Tenía ya muy perfilado el proyecto y los compañeros que le siguieron, luego juraron en Montmartre «servir a nuestro Señor, dejando todas las cosas del mundo» y fundaron la Compañía de Jesús. Decidieron viajar a Tierra Santa y, si no podían, ponerse a las órdenes del papa.
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Por decisión personal cambió su nombre a Ignacio —Ignatius— latino, cuando se graduó de Magistero, como él mismo decía, "por ser más común a las otras naciones" o "por ser más universal".
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El papa Paulo III les dio la aprobación y les permitió ordenarse sacerdotes. Fueron ordenados en Venecia por el obispo de Arbe el 24 de junio. Ignacio celebraría su primera misa en la noche de Navidad del año 1538. En ese tiempo se dedicaron a predicar y al trabajo caritativo en Italia.
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Ignacio fue elegido superior general de su orden religiosa. Envió a sus compañeros como misioneros por Europa para crear escuelas, universidades y seminarios donde estudiarían los futuros miembros de la orden, así como los dirigentes europeos.
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Finalmente se imprime su obra sobre los ejercicios espirituales. Ignacio, con la ayuda de su secretario Juan Alfonso de Polanco, escribió las Constituciones jesuitas, adoptadas en 1554, las cuales crearon una organización con obediencia al papa y superiores. Su principio fundamental se volvió el lema jesuita: Ad maiorem Dei gloriam "A mayor gloria de Dios".
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Dirigió la Compañía en Roma y fue ordenando todo lo que había ido creando hasta poco antes de su muerte. La Compañía creció y pasó a tener miles de miembros, a la vez que se granjeó muchos amigos por todo el mundo. Murió en la sede de los Jesuitas en Roma, como consecuencia de una larga enfermedad ligada a la vesícula.
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Es beatificado en 1609 por el papa Paulo V, y posteriormente es canonizado el 12 de marzo de 1622 por Gregorio XV.