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Aparece un señor muy importante Jose María Espinosa, quien se convierte en el principal cultivador de la caricatura en Colombia con el retrato burlesco a de Laureano Gruesso, que era el director de la prisión donde estaba recluido.
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Para esta época se conoce la caricatura mas antigua del país "Las nuevas aleluyas", desarrollada durante el enfrentamiento entre santanderistas y bolivarianos en la Convención de Ocaña.
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Gracias a la litografia la caricatura se da a conocer mas a fondo, se destaca francisco Antonio zea quien hace caricaturas irritantes sobre el presidente Santander y sobre José María Obando.
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Etapa de progreso del periodismo satírico. Se vinculan a la caricatura política artistas como: José María Espinosa, José Manuel Groot, Ramón Torres Méndez y Justo Pastor Lozada.
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La caricatura se consolida como un arma para ridiculizar los partidos políticos. Su objetivo mordaz se vuelve vital.
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El Alcanfor (1877), de José Manuel Lleras, El Mochuelo (1877) de Alberto Urdaneta; El Amolador (1878) de Lázaro Escobar; El Fígaro (1882) de Salvador Presas; y particularmente El Loco (1890), El Zancudo (1890-91), El Barbero (1892) y una veintena más de periódicos del bumangués Alfredo Greñas, reflejaron la claridad que existía sobre el objetivo de este tipo de publicaciones.
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Por primera vez una publicación conservadora contrata un caricaturista que se pone en contra de los presidentes conservadores, el joven Pepe Gómez.
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Las caricaturas de Pepe Gómez se publican en Sansón Carrasco (1911-13), Bogotá Cómico (1917-19), Semana Cómica (1920-25), Fantoches (1926-32), La Guillotina (1934), Anacleto (1935-36) y El Siglo (1936). Aparece el antioqueño Ricardo Rendón con un estilo simple pero severo, cuyos retratos convertían a las víctimas en sátiras vivientes. Su suicidio le da aires de grandeza al oficio de caricaturista.
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Aparece una nueva categoría de caricatura asociada a las tiras cómicas. Se vuelve regular la publicación de las caricaturas en diarios como El Espectador, El Siglo y El Tiempo, o desde publicaciones de denuncia como Crítica (1948-51) y El Liberal (1938-51).
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Con la desaparición de Gómez y Rendón se evidenció un cambio de actitud en los caricaturistas; ya no se dirigen contra los mandatarios de turno sino que los defienden, y en su lugar atacan a los enemigos del gobierno. Se pierde la tensión y virulencia, pero se adquiere un sentido moderno del dibujo humorístico. Se da el nacimiento de la profesión de caricaturista y su expansión a todos los diarios del país.
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La dictadura de Rojas Pinilla, por la censura y persecución a importantes diarios del país, sólo dejó unos cuantos caricaturistas. Poco antes de terminar el Frente Nacional, se empieza a observar una recuperación del espíritu de ferocidad de la época dorada: Héctor Osuna, Antonio Caballero, Jairo Barragán (Naide) y Hugo Barti logran mantener prestigio e imponerse en un medio político poco propicio.
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A finales de esta década una novedosa idea se da mundialmente en la caricatura al considerarla como "dibujo de humor". Jóvenes como Jorge Grosso, Rodrigo Guerreros, Jairo Peláez (Jarape), Claudia Rueda y muchos más hacen patente el antiguo debate sobre el predominio del intelecto sobre la pasión en el humorista.
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La caricatura política en el país ha podido sobrevivir; gracias a ella se puede adquirir un sentido crítico de los acontecimientos y una historia más libre y expresiva.