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Íñigo López de Loyola nace en Azpeitia, España
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Desde su adolescencia hasta los 30 años fue soldado, sin embargo, tras ser herido por las tropas francesas, estuvo convaleciente mucho tiempo. Durante ese tiempo tuvo la oportunidad de leer diversos libros religiosos. Estas lecturas y su afición por los libros de caballería le llevaron a perfilar un nuevo ideal caballeresco: el de caballero de Cristo, un caballero andante en defensa de Dios. así que abandonó su profesión de soldado y se dedico a la iglesia.
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A mediados de 1522, ya repuesto, San Ignacio abandonó su casa y peregrinó a Montserrat. Intercambió sus ropas con un mendigo y se hizo anacoreta. Tras un tiempo, marchó a Manresa, donde se dedicó a la caridad, la oración y la mortificación física.
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De regreso a España comenzó a estudiar (ya con 33 años y para poder afrontar mejor su proyecto de apostolado) en las universidades de Alcalá de Henares, Salamanca y París.
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Las primeras actividades de San Ignacio de Loyola difundiendo el método de los ejercicios espirituales le hicieron sospechoso de heterodoxia (asimilado a los «alumbrados» o a los seguidores de Erasmo de Rotterdam): en Castilla fue procesado, se le prohibió la predicación y hubo de interrumpir sus estudios.
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En París (1528-34), donde se graduó como maestro en Artes (aunque no terminó los estudios de Teología), San Ignacio de Loyola consiguió reunir un grupo de seis compañeros a los que comunicó sus ideas y con los que sembró el germen de la Compañía de Jesús,
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Los miembros de esta compañia son comúnmente conocidos como jesuitas, es una orden religiosa de clérigos regulares de la Iglesia católica. Ignacio de Loyola, junto con Francisco Javier, Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simão Rodrigues, Juan Coduri, Pascasio Broët y Claudio Jayo en la ciudad de Roma.
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San Ignacio de Loyola consiguió reunir un grupo de seis compañeros a los que comunicó sus ideas y con los que sembró el germen de la Compañía de Jesús, haciendo juntos votos de pobreza y apostolado en la Cueva de Montmartre. Ante la imposibilidad de marchar a hacer vida religiosa en Palestina, por la guerra contra los turcos, se ofrecieron al papa Pablo III, quien les ordenó sacerdotes
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Cuyos estatutos aprobó el papa en 1540; San Ignacio de Loyola, cuyo fervor y energía inspiraban al grupo, fue elegido por unanimidad su primer general.
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Su muerte fue muy discreta. Durante todo el mes de julio se encontró muy mal hasta el punto que le llevaron a la casa de campo del colegio romano. Regresó a Roma los últimos días de julio. Murió durante una madrugada calurosa romana, después de haber repetido varias veces durante la noche: “¡Ay, Dios!”. En palabras de Polanco:
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El papa Gregorio XV lo canonizó junto con Francisco Javier, Felipe Neri, Teresa de Jesús e Isidro Labrador