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En esta etapa hablamos de Jesús y sus discípulos, los cuales no escribieron las palabras ni los signos de Jesús. Sin embargo, sus enseñanzas eran fáciles de recordar y estas quedaron grabadas en la mente y corazón de los que le escuchaban, los discípulos, llamados después a predicar la buena noticia. Por tanto, el origen de la tradición evangélica se encuentra en los discípulos que pregonaban y basándose en su memoria lo que habían visto de Jesús.
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Esta etapa se caracteriza por la rápida expansión del mensaje cristiano, que dio lugar al nacimiento de muchas comunidades cristianas, ya que al ver a Jesús resucitado, sus palabras cobraban sentido como las palabras del Hijo de Dios. Los recuerdos de Jesús se transmitieron mediante la predicación, la catequesis y la celebración, mientras que los misioneros anunciaban la buena noticia. Los relatos se empezaron a hacer más difíciles de memorizar, por lo que empiezan a ponerse por escrito.
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Con la destrucción del templo de Jerusalén se empieza a diferenciar la iglesia del judaísmo. Además, desaparecen los apóstoles que habían conocido a Jesús por lo que se hacía más urgente conservar las tradiciones recibidas. Estas se unifican en torno a las más importantes, la petrina y la paulina, convertidas en norma y medida de las demás. Los evangelistas intentaron integrar estas tradiciones en un marco narrativo. Era importante escribirlo todo para que no quedara en el olvido.