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Mi padre extrajo mi esencia de las minas de los montes de Meatzaldea y me dio forma a fuego, martillo y yunque.
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Padre era un maestro herrero sensacional y muy reconocido en Euskadi. Era tan famoso, que unos productores de Hollywood contactaron con él y le encargaron forjar a mis hermanas para la película El [Cid](https://es.wikipedia.org/wiki/El_Cid_(pel%C3%ADcula). Las protagonistas fueron mis hermanas, que habían sido creadas para recibir golpes, no como yo. Pero yo era tan bonita que Charlton Heston me sostuvo en sus manos.
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Padre siguió forjando más espadas y otras armas para películas pero, desgraciadamente, a mí me descuidó y acabé apartada en el almacén para que él pudiera seguir forjando. Afortunadamente, Charlton Heston había hablado muy bien de mí a un coleccionista de armas que acabó vendiéndome a la duquesa de Alba de Tormes. Padre lloró al venderme, ahí supe que siempre me quiso. No volver a verle fue terrible para mí.
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Fueron años en los que viví feliz porque me encontraba rodeada de innumerables armas, todas ellas preciosísimas y de incalculable valor. Pese a esto, no podía evitar sentirme un poco gris de vez en cuando por no poder estar con padre ni en Euskadi. En esos años conocí y aprendí muchas historias que las otras espadas y armas me contaban y, además, la duquesa y sus visitantes siempre se admiraban al vernos. Qué le voy hacer, soy así de presumida.
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Un día volví al herrero, pero fue para grabar algo en mi filo. Colgaba yo triste y apesadumbrada cuando de pronto, oí a gente contenta. Oí cómo bailaban y reían hasta que todos callaron y la música se tornó más lenta. Fui entonces descolgada y entregada a una joven pareja, Justo y MªCarmen. Frente a mí, una tarta. ¡Era una boda! Corté la tarta y vi lo contentos que estaban todos. No volví a estar triste porque me llevaron a casa y me convertí en el símbolo de la familia.