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Los niños comienzan a reconocer emociones básicas como la felicidad, la tristeza y la ira. Por ejemplo, un bebé puede sonreír cuando ve a su madre o llorar cuando tiene hambre.
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Aprenden a expresar sus emociones a través del lenguaje no verbal, como el llanto o las expresiones faciales. Un niño pequeño puede mostrar enojo
frunciendo el ceño o pateando. -
Forman vínculos emocionales con sus cuidadores, lo que sienta las bases para la confianza y la seguridad en las relaciones futuras. Este apego seguro les permite explorar el mundo con confianza, sabiendo que tienen una base segura a la que regresar.
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Los bebés aprenden a comprender las emociones observando e imitando las expresiones de los demás. Si un cuidador sonríe, el bebé puede responder con una sonrisa, aprendiendo a asociar esa expresión con una emoción positiva.
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En esta etapa, es fundamental que los padres y cuidadores proporcionen un entorno seguro,
estable y afectuoso para que los niños desarrollen un apego seguro. -
Comprensión de la causa y efecto emocional: Empiezan a entender que ciertas situaciones o acciones pueden provocar emociones específicas. Un niño en esta etapa podría entender que sacar malas notas en un examen puede provocar tristeza o frustración.
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Desarrollan estrategias para manejar sus emociones de manera más efectiva, como la respiración profunda o la distracción. Por ejemplo, un niño que se siente enojado puede aprender a calmarse respirando profundamente o jugando con un juguete.
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Aprenden a reconocer las emociones de los demás y a interactuar en diferentes situaciones sociales. Pueden empezar a comprender que sus acciones tienen un impacto en los demás y a desarrollar habilidades para la resolución de conflictos.
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Durante la niñez, los padres y educadores pueden ayudar a los niños a desarrollar habilidades de regulación emocional enseñándoles técnicas de afrontamiento, como la respiración profunda, la relajación muscular o la identificación de pensamientos. También es importante fomentar la empatía, enseñándoles a reconocer las emociones de los demás y a responder de manera compasiva.
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Autoconocimiento emocional: Comprenden mejor sus propias emociones y desarrollan una mayor conciencia de sí mismos. Un adolescente puede reflexionar sobre sus propios sentimientos y cómo estos influyen en sus decisiones.
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Utilizan estrategias más sofisticadas para regular sus emociones, como la meditación o la escritura. Pueden aprender a identificar situaciones que les provocan estrés y a desarrollar estrategias para manejarlo.
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Forman su propia identidad emocional, incluyendo la exploración de valores, creencias y roles sociales. Pueden cuestionar las normas y valores de sus padres y buscar su propio sentido de identidad.
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En la adolescencia, es fundamental que los padres y educadores brinden un espacio seguro para que los jóvenes exploren su identidad y expresen sus emociones. La comunicación abierta y el respeto por sus opiniones son cruciales. Los educadores pueden integrar la educación emocional en el currículo, abordando temas como la autoestima, la gestión del estrés y las habilidades sociales.
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Es importante tener en cuenta que existen diferencias de género en el desarrollo socioemocional. En general, las niñas desarrollan antes la habilidad para reconocer rostros y expresiones faciales, identificar emociones y el malestar ajeno. Esto puede deberse a diferencias en la socialización y las expectativas culturales.