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En la década de 1930 a 1970, hubo un creciente interés en aplicar la ciencia al deporte, con debates sobre la fisiología, biomecánica y psicología deportiva. Aunque ya se utilizaban algunos conocimientos científicos, la investigación y el desarrollo de nuevas herramientas se intensificaron en las décadas posteriores, con la finalidad de mejorar el rendimiento y la salud de los atletas
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Se elaboraron análisis más o menos completos sobre la importancia de las ciencias del Deporte, entre los que se destacó el trabajo de Karl Koch, en su libro “Hacia una ciencia del deporte” en el cual, se define las ciencia del deporte como “La ciencia del hombre en movimiento”.
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Las Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (CCAFD) se organizan en diversas disciplinas que estudian el movimiento humano y sus efectos. Estas disciplinas incluyen anatomía funcional, fisiología humana, fisiología del ejercicio, biomecánica del movimiento, control y aprendizaje motor, entre otras. También se incluyen ciencias sociales y comportamentales aplicadas a la actividad física, así como estudios de la salud y el rendimiento deportivo. Oficialización Real Decreto 1970/1993.
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Comenzó una investigación en el deporte que cambió en su importancia, organización y práctica, y ahora se ve como un fenómeno sociopolítico, cultural y mediático. Además, su análisis se ha vuelto más profundo, considerando su complejidad en una sociedad diversa, usando las ideas de la teoría de los sistemas sociales para entender sus relaciones e interacciones.
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En 2020 encabezado por el investigador suizo Sebastian Ludyga y publicado en la revista Nature sintetizó una certeza que casi nadie discutía. Hasta la Organización Mundial de la Salud se había hecho eco. Sin apenas voces discordantes, la literatura más relevante había sentenciado que el deporte no es solo excelente para la salud, sino que nos ayuda a obtener mejores notas, tomar decisiones más acertadas o rendir con solvencia en el trabajo.
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En el año 2023 sus conclusiones fueron demoledoras: con la evidencia en la mano, no se podía aseverar que el ejercicio per se tuviera un impacto notorio sobre la cognición. “Vimos que los resultados no eran sólidos, que el supuesto efecto beneficioso estaba cogido con pinzas”.