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La invasión y conquista de la península ibérica por un ejército de árabes y bereberes ocurrió en 711, cuando las tropas lideradas por el general bereber Táriq ibn Ziyad cruzaron el Estrecho de Gibraltar y derrotaron al rey visigodo Rodrigo en la batalla del Guadalete.
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El emirato dependiente del Califato de Damasco fue el Valiato de Al-Ándalus, el cual se estableció en la península ibérica entre el año 711 y 756. En este periodo, Al-Ándalus era una provincia del califato omeya con capital en Damasco, y su gobierno local, encabezado por un emir o valí (gobernador), ejercía la autoridad bajo las órdenes del califa en Oriente.
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La invasión musulmana de Ifranj o invasión omeya de la Galia fue el último episodio de la conquista de al-Ándalus, cuando el valí de Hispania, Al-Samh ibn Malik al-Khawlani, quiso anexarse a la remanente Septimania visigoda en el año 719.
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Abderramán I se proclamó emir independiente en el año 756, fundando así el Emirato de Córdoba y separando a Al-Ándalus del califato abasí de Bagdad. Su ascenso al poder se consolidó tras derrotar al valí Yusuf al-Fihri y, al establecer su autoridad en Córdoba, inició un estado islámico occidental que se convertiría en la base de un largo periodo de esplendor cultural en la península ibérica.
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Los normandos, también conocidos como vikingos, incursionaron en Lisboa, Sevilla y Cádiz durante la expedición de 844, saqueando primero la costa portuguesa, atacando Lisboa y luego dirigiéndose hacia el sur. Tras saquear la costa, se dividieron para atacar Cádiz y Medina Sidonia, mientras que un grupo mayor remontó el río Guadalquivir hasta Sevilla, donde se asentaron temporalmente para planificar el ataque a la ciudad.
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Este movimiento, aunque rechazado por la mayoría de la población cristiana de al-Ándalus, que los veía como radicales peligrosos para la convivencia, fue documentado por clérigos como Eulogio de Córdoba. Se considera una "rebelión" o "crisis" de mártires voluntarios porque estos cristianos buscaban su martirio a sabiendas de las consecuencias.
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El muladí Umar ben Hafsún lideró una rebelión contra el Emirato de Córdoba entre 880 y 918, estableciendo un poder independiente en la región de Bobastro. Su levantamiento se aprovechó del debilitamiento del emirato y de las constantes revueltas de muladíes y bereberes. A pesar de un revés militar en 891, logró resistir durante décadas, incluso convirtiéndose al cristianismo en 899, lo que le costó aliados pero no su lucha hasta su muerte.
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Abderramán III se proclamó califa en el año 929, rompiendo formalmente con el califato abasí de Bagdad y estableciendo el Califato de Córdoba como una entidad independiente. Esta proclamación le otorgó la autoridad religiosa y política suprema, consolidando su poder frente a rivales como el emergente califato fatimí.
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El esplendor del Califato de Córdoba, que abarcó el período de 929 a 1031, se manifestó en su apogeo político, cultural y comercial, convirtiendo a Córdoba en una de las ciudades más grandes del mundo. Este auge se consolidó bajo los reinados de Abderramán III y su hijo Alhakem II, quienes fortalecieron el estado con una administración eficiente y promovieron las artes, las ciencias y el comercio, con la ciudad de Madinat al-Zahra como símbolo de su magnificencia.
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La caída del Califato de Córdoba en 1031, provocada por décadas de luchas internas conocidas como la Fitna de al-Ándalus, condujo a la fragmentación de al-Ándalus en numerosos reinos pequeños, llamados reinos de taifas. Esta división en microestados debilitados militarmente allanó el camino para su progresiva conquista por parte de los reinos cristianos y marroquíes como los almorávides y almohades.
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Los almorávides del norte de África invadieron al-Ándalus a partir de 1086 para unificar los fragmentados reinos de taifas bajo un único poder. Su objetivo era frenar el avance de los reinos cristianos y restaurar un orden político y religioso más riguroso. Sin embargo, su poder decayó con el tiempo y, en la década de 1140, los almorávides fueron reemplazados por los almohades, otro movimiento del norte de África que también invadió al-Ándalus para unificarlo bajo su dominio.
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Los almorávides controlaron el territorio de al-Ándalus de manera significativa durante su reinado, unificando las taifas y frenando el avance cristiano, pero no lo controlaron completamente ni de forma indefinida.
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El Imperio Almorávide fue derrotado e invadido por los Almohades, quienes se originaron en el Magreb y en la segunda mitad del siglo XII lograron desmantelar el poder almorávide. La conquista culminó con la toma de Marrakech en 1147 y el establecimiento de los Almohades como la nueva potencia dominante en el norte de África y en Al-Ándalus.
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Después de la caída del Imperio almorávide. Este periodo de fragmentación se caracterizó por la aparición de nuevos estados musulmanes independientes que fueron posteriormente sometidos por el Imperio almohade.
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En 1147, la unificación de Al-Ándalus fue llevada a cabo por los almohades, un imperio islámico del norte de África que reemplazó a los almorávides. Esta nueva fuerza bereber llegó para combatir el avance de los reinos cristianos y unificó el territorio andalusí bajo su dominio, deteniendo momentáneamente el avance cristiano hasta la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212.
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El control almohade sobre las taifas terminó con su derrota en la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212. Este evento marcó el colapso del poder almohade en al-Ándalus, lo que provocó una nueva fragmentación en pequeños reinos de taifas que fueron conquistados progresivamente por los reinos cristianos durante el siglo XIII.
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El filósofo, médico y jurista cordobés Averroes, cuyo nombre real era Abu-l-Walid Muhammad Ibn Ahmad Ibn Rushd, murió en Marrakech el 10 de diciembre de 1198 a los 72 años. Su cuerpo fue trasladado posteriormente a Córdoba, para ser enterrado en el panteón de su familia en el Cementerio de Ibn Abbas.
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La Batalla de las Navas de Tolosa, que tuvo lugar el 16 de julio de 1212, fue una victoria decisiva de la coalición cristiana (Castilla, Aragón y Navarra) sobre el ejército almohade. Este evento marcó un punto de inflexión en la Reconquista, provocando un declive irreversible del poder musulmán en la península ibérica y abriendo el camino para la expansión de los reinos cristianos hacia el sur.
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La derrota almohade en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) marcó el fin de su dominio en al-Ándalus, provocando su fragmentación en taifas o reinos de taifa de nuevo, lo que facilitó el avance cristiano. El poder almohade decayó y, tras su derrota, se sucedieron las rebeliones en el Magreb y la pérdida de territorio peninsular, hasta que para mediados del siglo XIII el imperio prácticamente había desaparecido.
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Muhammad ibn Nasr, más conocido como Ibn al-Ahmar, fue proclamado emir en Arjona en 1232, y esa ciudad se convirtió en el centro de su emirato, que inicialmente era limitado a esa zona antes de que se expandiera a Jaén y, finalmente, a Granada. Por ello, a menudo se le asocia con ser el gobernador de Arjona en sus inicios, antes de fundar el Reino Nazarí.
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Muhammad ibn al-Ahmar, también conocido como Muhámmad I, fundó el Reino Nazarí de Granada en 1238, el último estado musulmán de al-Ándalus, tras la derrota almohade en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212. Estableció la capital en Granada, donde comenzó la construcción de la Alhambra.
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Fernando III de Castilla conquistó Jaén y Arjona en 1246 a través de un pacto, después de varios asedios infructuosos y campañas estratégicas. La caída de la ciudad se selló con el Pacto de Jaén en 1246, por el cual el rey nazarí de Granada, Muhammad I ibn Nasr (Alhamar), se declaró vasallo de Castilla a cambio de conservar su reino en torno a Granada. Esta victoria fue crucial porque consolidó la frontera del Guadalquivir y debilitó el poder musulman en la zona.
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La conquista de Sevilla por Fernando III de Castilla culminó el 23 de noviembre de 1248, después de un sitio de más de 14 meses. Las tropas castellanas asediaron la ciudad por tierra y el almirante Ramón Bonifaz atacó por mar para romper el antiguo puente de barcas que unía la ciudad con el continente, bloqueando el acceso a suministros y provocando hambruna entre la población. Tras la rendición incondicional del líder musulmán, Axataf, Sevilla pasó a formar parte de la Corona de Castilla.
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Las Capitulaciones de Granada fueron un tratado de rendición firmado el 25 de noviembre de 1491 en Santa Fe, entre el rey Boabdil y los Reyes Católicos, Isabel y Fernando. Este acuerdo puso fin a la Guerra de Granada, oficializando la rendición del último reino nazarí, aunque la entrada de las tropas cristianas no se produjo hasta el 2 de enero de 1492. El tratado contenía 77 artículos con condiciones generosas para los musulmanes, como la garantía de sus libertades y propiedades.
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Los Reyes Católicos conquistaron el Reino Nazarí de Granada el 2 de enero de 1492, poniendo fin a la Reconquista. La rendición del último rey de Granada, Boabdil, se produjo tras una guerra de diez años que culminó con la entrega de la ciudad a los monarcas castellano-aragoneses.