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Al-Ándalus, el territorio de la Península Ibérica que los musulmanes dominaron en la Edad Media, alcanzó un extraordinario desarrollo político, económico y cultural.
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En torno al año 722 se produjo en las montañas asturianas la batalla de Covadonga, un enfrentamiento en el que un grupo de astures, no cristianizados y dirigidos por el noble visigodo Pelayo (718-737), derrotaron a las tropas musulmanas, hecho que se considera como el origen del reino de Asturias.
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En 750 los Omeya fueron asesinados por la familia rival de los abasíes, que de esta forma se hicieron con el poder del califato. El único superviviente, Abd al-Rahman, escapó a Al-Ándalus, donde existían muchos partidarios de su linaje. Tras desembarcar en Almuñécar derrotó al emir Yusuf cerca de Córdoba y proclamó el emirato independiente (756). Fue la primera ruptura de la unidad política del mundo islámico.
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Con Abd al-Rahman II (822-852) se alcanzó uno de los momentos más prósperos de la historia de Al- Ándalus. Mantuvo a raya a los núcleos cristianos, venció a vikingos y a los Banu Qasi del valle del Ebro y desarrolló una brillante vida cultural.
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Los conflictos internos provocaron que en ocasiones la autoridad de los emires quedara circunscrita a la capital y sus arrabales. Destacó la insurrección de Umar ibn Hafsun, perteneciente a una familia de muladíes (cristianos conversos al islam) y que se hizo fuerte en la serranía de Ronda e incluso llegó a poner en peligro la propia existencia del emirato.
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Abd al-Rahman III (912-961) sofocó la revuelta de Umar ibn Hafsun y al año siguiente (929) asumió el título de califa. Como príncipe de los creyentes, consolidó el Estado musulmán en al-Ándalus y, para evitar las injerencias políticas de los nobles cordobeses, trasladó la Administración a la ciudad-palacio de Medina Azahara, levantada a unos kilómetros de la capital.
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Los Pirineos centrales y orientales formaron parte de la Marca Hispánica del Imperio carolingio, compuesta por diversos condados. Tras la desaparición de la tutela carolingia, el de Aragón, formado en torno a los valles de Ansó y Hecho, se independizó con el conde Aznar Galindo (802-838), natural de aquellas tierras. El condado se rigió por la costumbre y se expandió hacia el este y el sur, y lo recibió en herencia el rey pamplonés en 970.
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Sancho III de Pamplona designó como herederos de los condados de Aragón y de Sobrarbe- Ribagorza a sus hijos Ramiro y Gonzalo. Ramiro I (1035-1063) reunió todos estos dominios a la muerte de su hermano (1043) y se los transmitió como un reino a su hijo, Sancho I Ramírez.
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El sentido patrimonial de los reyes feudales con respecto de sus dominios, según el cual el monarca disponía plenamente de sus territorios como bienes particulares. Sancho III el Mayor de Pamplona dejó el condado de Castilla a Fernando I (1035-1065), quien se hizo con el trono de León tras vencer a su rey, Bermudo III, en la batalla de Támara (1037), en la que murió.