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Walden, Visitantes (H.T. Thoreau)

  • 93

    Sillas

    Sillas
    En mi casa tenía tres sillas: una para la soledad, otra para la amistad y la tercera para la sociedad. Cuando se me visitaba en número abundante e inesperado no había sino la tercera silla para todos, aunque, por lo general, daban en economizar espacio quedándose de pie.
  • 93

    Salones y sótanos

    Salones y sótanos
    sus amplios salones y sótanos para el almacenamiento de vinos y otras municiones de paz me parecen extravagantemente grandes en relación con sus ocupantes.
  • 93

    Casa tan pequeña

    Casa tan pequeña
    Un inconveniente que he experimentado a veces en una casa tan pequeña ha sido la dificultad de alejarme a suficiente distancia de mis visitantes cuando empezábamos a expresar los grandes pensamientos en palabras altisonantes. Se necesita espacio para que los pensamientos se perfilen y, bien ajustados, hagan el camino necesario para que lleguen a calar.
  • 94

    Mejor habitación

    Mejor habitación
    Mi «mejor» habitación, no obstante —mi retiro—, lista siempre para albergar compañía, sobre cuya alfombra rara vez incidía el sol, era el pinar de detrás de la casa. Durante el verano llevaba allí a mis invitados distinguidos, y un inapreciable sirviente barría el suelo, quitaba el polvo de los muebles y ponía orden en las cosas.
  • 94

    Comer

    Comer
    Pero si acudían veinte y se sentaban a mi mesa, no se hablaba para nada de la cena, aunque hubiera pan bastante para dos, como si el comer fuera una costumbre olvidada y la práctica de la abstinencia algo natural, hecho que no se consideraba en defecto de hospitalidad sino propio y acertado.
  • 95

    Indios

    Indios
    En cuanto al alojamiento, cierto es que fueron pobremente atendidos, aunque lo que consideraron una inconveniencia no era sino, en verdad, especial honor; por lo que a la comida se refiere, no veo cómo los indios podían haberlo hecho mejor. No tenían para alimentarse a sí mismos y eran lo suficiente sabios para saber que las disculpas no podrían suplir la carencia de viandas, de manera que optaron por apretarse el cinturón y no hablar de ello.
  • 98

    Jornada de trabajo

    Jornada de trabajo
    Una vez, le pregunté si no se sentía fatigado llegada la noche, después de una dura jornada de trabajo; él respondió, poniendo la mirada grave y sincera: «¡Gorrapiit!, jamás me he cansado en la vida».
  • 102

    Viejos y enfermos

    Viejos y enfermos
    Los viejos y enfermos y los tímidos independientemente de su edad y sexo, pensaban principalmente en enfermedades, en un súbito accidente y en la muerte; la vida se les antojaba llena de peligros
    pero ¿qué peligro existe si uno no piensa en ello?— y opinaban que todo hombre prudente elegiría cuidadosamente el emplazamiento más seguro, donde el doctor B.
  • 102

    Visitantes mas alegres

    Visitantes mas alegres
    Gocé asimismo de visitantes más alegres que los últimamente nombrados. Niños que recogían bayas, trabajadores del ferrocarril, de paseo dominical con la camisa limpia, pescadores y cazadores, poetas y filósofos; en suma, peregrinos honestos todos, que acudían a los bosques en busca de libertad, dejando la villa a sus espaldas.