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Con este sistema se manchaba un dedo de tinta, y se colocaba sobre papel de tal manera que la huella quedaba registrada en el papel.
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Consistía en tomar medidas de todo e cuerpo de los delincuentes y de detalles como tatuajes o pendientes para localizarlos en caso de que cometieran otro delito.
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Se tomaban muestras de ADN que se analizaban en un laboratorio para saber a que persona pertenecía.
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A partir de este año se comenzaron a emplear e inventar numerosos sistemas biómetricos automáticos como la detección de iris o de voz.
