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Las ACTAS DE LOS MÁRTIRES son la transcripción de los procesos verbales redactados por las autoridades romanas y conservados en los archivos oficiales, que los cristianos conseguían por diversos medios.
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La libertad le llegó al Cristianismo y a la Iglesia cuando apenas se habían extinguido los ecos de la última gran persecución. Fue justamente Galerio, principal instigador de aquella embestida persecutoria, el primero en sacar consecuencias prácticas de su rotundo fracaso.
Llegado como sucesor de Diocleciano a la suprema dignidad imperial, el augusto Galerio, próximo a la muerte, promulgó en Sárdica un edicto que marcaba nuevas pautas a la política romana frente al Cristianismo. -
La primera toma de posición del Estado romano contra los cristianos se remonta al emperador Claudio (41-54 d. de J. C.). Los historiadores Suetonio y Dión Casio refieren que Claudio hizo expulsar a los judíos porque estaban continuamente en litigio entre sí por causa de cierto Chrestos. «Estaríamos ante las primeras reacciones provocadas por el mensaje cristiano en la comunidad de Roma», comenta Karl Baus.
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El Nuevo Testamento dice que los primeros cristianos (comenzando por el propio Jesús) sufrieron persecución a manos de los jefes judíos de esa época. Pedro y Juan fueron encarcelados por los jefes judíos, incluido el sumo sacerdote Ananías, quien no obstante los liberó más tarde (Hechos 4, 1-21).
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ROMA En el año 64, la cristiandad romana va a [...]
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En el año 64 un incendio devastó 10 de los 14 barrios de Roma. El emperador Nerón, acusado por el pueblo de ser el autor del mismo, echó la culpa a los cristianos. Empieza la primera gran persecución que durará hasta el 68 y verá perecer entre otros a los apóstoles Pedro y Pablo.
Él acusa a Nerón de haber culpado injustamente a los cristianos, pero se declara convencido de que estos merecen las penas más severas, porque su superstición los impulsa a cometer acciones nefandas. -
Muy escasas son las noticias de la persecución que afectó a los cristianos en el año 89, bajo el emperador Domiciano. De particular importancia es la noticia referida por el historiador griego Dión Casio, que en Roma fue pretor y cónsul. En el libro 67 de su Historia Romana afirma que bajo Domiciano fueron acusados y condenados «por ateísmo» (ateótes) el consul Flavio Clemente y su mujer Domitila, y con ellos muchos otros que «habían adoptado los usos judaicos».
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Martirio de los Flavios y de Glabrión, bajo Domiciano 1. [...]
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En el 111 Plinio el joven, gobernador de la Bitinia a orillas del Mar Negro, estaba regresando de una inspección de su populosa y rica provincia cuando un incendio devastó la capital, Nicomedia. Mucho se habría podido salvar si hubiera habido bomberos.Continúa luego (si bien en forma menos rígida) el «No es lícito ser cristianos
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Las argumentaciones de Marco Aurelio (121-180), Galeno (129-200), Luciano, Peregrino Proteo y especialmente de Celso (los tres últimos escriben sus obras en la segunda mitad del siglo segundo) se pueden condenar así. La crítica de los intelectuales anticristianos se centra en la idea misma de «revelación de lo alto», que no está basada sobre la «sabiduría filosófica»; en las Escrituras cristianas, que tienen contradicciones históricas, textuales, lógicas; en los dogmas «irracionales»
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En Esmirna el año 155 d.c. La Iglesia de Dios, [...]
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Marco Aurelio (161-180), emperador filósofo, pasó 17 de sus 19 años de imperio guerreando. En las Memorias en que cada noche, bajo la tienda militar, anotaba algunos pensamientos «para sí mismo», se encuentra un gran desprecio hacia el cristianismo. Lo consideraba una locura, porque proponía a la gente común, ignorante, una manera de comportarse que solo los filósofos como él podían comprender y practicar después de largas meditaciones y disciplinas.
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Martirio de los santos mártires Justino, Caritón, Caridad, Evelpisto, Hierax, [...]
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Bajo el reinado de Marco Aurelio, la ofensiva de los intelectuales de Roma contra los cristianos alcanzó el culmen.«A menudo y erróneamente -escribe Fabio Ruggiero– se cree que el mundo antiguo combatió la nueva religión con las armas del derecho y de la política. En una palabra, con las persecucion. Tanto el mundo gentil como la Iglesia comprenden, más o menos en la misma época, la necesidad de combatirse y de dialogar en el terreno de la argumentación filosófica y teológica.
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Pasión de los santos escilitanos. En Scillium, pequeña localidad de Africa, año 180
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Durante decenios los cristianos permanecen callados. Se expanden con la fuerza silenciosa de la prohibición. Oponen amor y martirio a las acusaciones más infamantes. Es en el siglo segundo cuando sus primeros apologistas (Justino, Atenágoras, Taciano) niegan con la evidencia de los hechos las acusaciones más infamantes, y tratan de expresar su fe (nacida en tierra semítica y confiada a «narraciones») en términos culturalmente aceptables por un mundo empapado de filosofía grecorromana.
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En el siglo tercero Roma sufre una gravísima crisis. Las relaciones entre cristianos e imperio romano se invierten (aun cuando no todos lo perciben). El imperio romano se había progresivamente extendido con la conquista de nuevas provincias. Esta continua conquista había permitido la explotación de siempre nuevas vastísimas tierras (Egipto era el granero de Roma, España y la Galia su viñedo y olivar). Roma se había adueñado de nuevas minas
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Con Septimio Severo (193-211), fundador de la dinastía siria, parece anunciarse para el cristianismo una fase de desarrollo sin estorbos. Sólo en su décimo año de reinado (202) el emperador cambia radicalmente de actitud. En el 202 aparece un edicto de Septimio Severo, que conmina graves penas para quien se pase al judaísmo y a la religión cristiana.Las devastaciones más llamativas las sufrieron la célebre Escuela de Alejandría y las comunidades cristianas de África.
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Sintiendo profundamente la disgregación política y económica del imperio, cree poder restaurar su unidad juntando todas las energías alrededor de los dioses protectores del Estado. Las comunidades cristianas se ven desconcertadas por la tempestad. Aquellos que rehúsan el acto de sumisión son arrestados, torturados, ejecutados: así en Roma el papa Fabián, y con él muchos sacerdotes y laicos. En Asia los mártires fueron numerosos: los obispos de Pérgamo, Antioquía, Jerusalén.
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El ejemplo que protagoniza Perpetua es una muestra patente de anteponer los dictados de la fe a los lazos de la sangre y de la familia.
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En el cuarto año del reinado de Valeriano (257) se originó una imprevista, dura y cruenta persecución de los cristianos. No se trató, sin embargo, de un asunto de religión, sino de dinero. Antela precaria situación del imperio, el consejero imperial (más tarde, usurpador) Macriano indujo a Valeriano a intentar taponarla secuestrando los bienes de los cristianos acaudalados.
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En Cartago; destierro, año 257; muerte, año 258 ESCUCHA [...]
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En Tarragona, año 259 Siendo emperadores Valeriano y Galieno, y [...]
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En el 271 el emperador Aureliano ordenó a los soldados y a los ciudadanos romanos abandonar a los godos la vasta provincia de Dacia y sus minas de oro: la defensa de esas tierras costaba ya demasiada sangre. Puesto que no había más provincias para conquistar y explotar, toda la atención se dirigió al ciudadano común.
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Los primeros veinte años del reinado de Diocleciano no vieron molestados a los cristianos. En el 303, como un lance imprevisto, se disparó la última gran persecución contra los cristianos. «Es obra de Galerio, el “César” de Diocleciano -escribe F. Ruggiero-. Él puso término en el 303 a la política prudente de Diocleciano, quien se había abstenido, no obstante abrigara sentimientos tradicionalistas, de actos intransigentes e intolerantes».
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Acta del Martirio de Santa Crispina En Theveste, África, hacia [...]
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Las ACTAS DE LOS MÁRTIRES son la transcripción de los [...]
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El tránsito de la tolerancia a la libertad religiosa se produjo con suma rapidez, y su autor principal fue el emperador Constantino. A principios del año 313, los emperadores Constantino y Licinio otorgaron el llamado «Edicto de Milán», que, más que una norma legal concreta, parece haber sido una nueva directriz política fundada en el pleno respeto a las opciones religiosas de todos los súbditos del Imperio, incluidos los cristianos.
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Las últimas persecuciones sistemáticas del tercero y cuarto siglo habían resultado ineficaces como las esporádicas del primero y segundo siglo. La limpieza étnica invocada y sostenida por los intelectuales grecorromanos no se había llevado a cabo. Porque las acusaciones indignadas de Celso («juntando gente ignorante, que pertenece a la población más vil, los cristianos desprecian los honores y la púrpura, y llegan hasta llamarse indistintamente hermanos y hermanas»)
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El avance del Cristianismo no se interrumpió tras la muerte de Constantino, si se exceptúa el frustrado intento de restauración pagana por Juliano el Apóstata. Los demás emperadores —incluso aquellos que simpatizaron con la herejía arriana— fueron resueltamente contrarios al paganismo. Graciano, al asumir en 375 el poder imperial, rechazó el tradicional título de «Pontífice Máximo», que sus predecesores cristianos habíanconsentido conservar.
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Con la expansión del cristianismo, la Iglesia sufrió un sinfín de vejaciones por parte del Imperio Romano desde el 64, bajo Nerón, hasta la época de Constantino, en la segunda década del siglo IV, fundamentalmente bajo los emperadores Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Septimio Severo, Maximino Tracio, Decio, Valeriano, Aureliano y Diocleciano. Dichas persecuciones llevaron a innumerables cristianos –los mártires- a la muerte por confesar su fe.
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Obtenida la libertad, la Iglesia tuvo necesidad de organizar sus estructuras territoriales, con vista a la acción pastoral en un mundo que se cristianizaba con rapidez. En virtud de lo que se ha llamado «principio de acomodación», la Iglesia tomó las estructuras administrativas del Imperio como norma de su propia organización. La circunscripción civil más clásica—la provincia—sirvió de modelo a la provincia eclesiástica. El Imperio llegó a contar en el siglo V con más de 120 provincias.
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La división del Imperio en dos «partes» —Oriente y Occidente—, consumada a finales del siglo IV y que terminaría pon provocar la cristalización de dos Imperios, tuvo honda repercusión en la vida de la Iglesia. La «parte» occidental —que coincidía aproximadamente con las regiones de lengua y cultura latinas— tenía como única sede apostólica la de Roma, y por ello el Pontífice romano fue también Patriarca de Occidente.