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Durante la época se creó el primer tratamiento de un trastorno mental.
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Los templos dedicados a sanar enfermos aparecieron durante la edad de oro de Grecia bajo el mandato de Pericles
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Hipócrates, considerado el padre de la medicina médica, clasificó los trastornos mentales en tres categorías generales: manía, melancolía y frenitis (fiebre cerebral).
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Platón estudió el problema de cómo tratar a las personas con un trastorno mental que habían cometido actos criminales. Además, consideraba los fenómenos psicológicos como respuestas del organismo que reflejaban su estado interno y sus apetitos naturales.
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Aristóteles, entre sus más conocidas contribuciones a la psicología podemos encontrar su descripción de la conciencia. También se planteó la cuestión de que los trastornos mentales pudieran estar provocados por factores psicológicos como la frustración y el conflicto.
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En Alejandría, una ciudad de Egipto, se convirtió en el centro de cultura griega tras su fundación por Alejandro Magno, donde la medicina alcanzó un nivel alto de sanatorios.
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Galeno, uno de los médicos griegos más influyentes contribuyó no solamente en la descripción clínica de los trastornos mentales, sino también en una serie de contribuciones originales relativas a la anotomía del sistema nervioso.
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Durante esta edad, el estudio científico de la conducta patológica brillaba por su ausencia, y el tratamiento de las personas psicológicamente enfermas se caracterizaba más por la superstición que por los intentos de comprender su conducta.
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El primer hospital mental que conocemos se fundó en Bagdad, y en seguida se construyeron otros en Damasco y Alepo.
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La figura más destacada de la medicina árabe fue Avicena, conocido como el «príncipe de los médicos» y autor del Canon de Medicina, probablemente el trabajo médico más completo que jamás se haya escrito.
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Martín Lutero, teólogo alemán y líder de la reforma que mantuvo la creencia, habitual en su época, de que los que tenían un trastorno mental estaban poseídos por el diablo.
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Las áreas rurales aisladas sufrían también el azote de la licantropía, una situación en que la persona estaba convencida de que había sido poseída por un lobo, e imitaba su conducta y luego se informó de un caso en que un licántropo contó a sus captores, de manera confidencial, que en realidad era un lobo pero que tenía una piel suave porque el pelo había crecido para dentro.
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La confusión entre la brujería y la enfermedad mental pudo producirse debido, en parte, a la ambigüedad de la idea de la posesión diabólica. Incluso Robert Burton (1576-1640), en su
trabajo clásico La anatomía de la melancolía, consideraba que la posesión diabólica podía constituir una causa de trastorno mental. -
Las personas con trastornos mentales eran acusadas de brujería
y quemadas en una hoguera.