
Las relaciones economía y cultura. Contexto histórico y aportaciones de un campo emergente.
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Robbins (1932), en el Ensayo sobre la naturaleza y
significación de la ciencia económica, criticó la definición de Marshall por ser materialista e identificar los bienes económicos con bienes tangibles que producen bienestar a los consumidores. Su argumento
es que existen servicios, intangibles, que también producen bienestar, como una ópera, un concierto, un ballet. -
Tuvo participación activa en la gestión de instituciones artísticas en Londres; desde 1941 fue presidente del
Council for the Encouragement of Music and the Arts (CEMA). -
En 1945 se convirtió en el Arts Council of Great Britain.
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Se han acercado con mayor rigor al arte y a la cultura como objeto de estudio, utilizando las herramientas del análisis económico.
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La enfermedad “de los costos” o “de Baumol”, marcó el énfasis durante las décadas de 1960 y 1970 de la literatura económica sobre las artes escénicas.
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Sus autores, Baumol y Bowen, observaron un dilema económico que luego se llamó “enfermedad de los costos”, propio de las artes escénicas.
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Moore hizo el primer estudio econométrico de la demanda de entradas a Broadway y encontró que es inelástica con respecto al precio y es afectada positivamente por el número de obras disponibles.
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Nelson (1970, 312) identifica dos procedimientos para conseguir información sobre la calidad, los atributos y el precio de los bienes: la búsqueda (inspección, revisión) antes de la compra, y la experiencia después de la compra.
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Este modelo supone que las preferencias actuales del individuo son el resultado de los niveles de consumo anteriores.
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En 1973 se había creado la Association for Cultural Economics.
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Mark Blaug en 1976, diez años después de la publicación del libro
de Baumol y Bowen, preparó la primera compilación de artículos
sobre la materia. Las lecturas se centraban en la financiación y la justificación del apoyo público a las artes. -
El primer ejemplar del Journal of Cultural Economics (JCE) se publicó en 1977. Los temas de ese número cubrían dos aspectos críticos en ese momento: la naturaleza y las características de los bienes y servicios culturales, y la financiación de las artes escénicas
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Mostraron que los patrones de consumo cultural no obedecen a diferencias arbitrarias en las preferencias de los individuos sino que se relacionan con aspectos de la estructura de clases que inciden en la reproducción intergeneracional de los intereses culturales que afectan y moldean las preferencias estéticas.
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Throsby y Withers sugieren cuatro medidas posibles del producto en las artes escénicas: el número de actuaciones, que refleja el costo de poner en escena una obra; el número de nuevas producciones, que desde el punto de vista artístico refleja la creación de nuevas obras; el número de entradas disponibles para la venta, que mide el producto en términos de butacas disponibles; y el número de entradas vendidas, que mide la producción de “experiencias culturales” generadas.
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Hasta 2008 se han realizado quince conferencias internacionales sobre economía de la cultura.
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Mostraron que los estilos de vida y las experiencias previas en actividades artísticas son conceptual y empíricamente más importantes que las variables socioeconómicas (precios, ingreso) para entender el comportamiento de los asistentes a actividades artísticas y culturales.
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Comercio internacional de bienes culturales, construcción de estadísticas del sector cultural (UNESCO, 1986 y 2008, y KEA, 2006).
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La clasificación del JEL situaba la producción intelectual en la
categoría Z –otros tópicos especiales–, dentro de la subcategoría Z1: economía cultural. -
Después de 1991 el mercado de pinturas sufrió una caída drástica.
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Sus estatutos se modificaron en 1993, cuando adoptó su nombre
actual. -
Uno de los primeros estados del arte fueron publicados por Throsby (1994), en el Journal of Economic Literature.
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Aprendizaje a través del consumo (Lévy-Garboua y Montmarquette, 1996 y 2003). Este modelo supone que los consumidores no conocen sus gustos verdaderos y que los descubren por medio del consumo, mediante experiencias repetidas en un proceso de aprendizaje secuencial y no sistemático.
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Throsby introdujo el concepto de capital cultural, al que definió como un “activo que incorpora, almacena o genera un valor cultural más allá del valor económico que posea”.
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Frey sugiere que la economía del arte o de la cultura se puede enfocar desde dos puntos de vista: “el análisis de aspectos económicos o materiales de las actividades artísticas, y llevado al extremo, de las transacciones monetarias en el arte”; y “la aplicación al arte de la metodología ‘económica’, o más bien, del método de la ‘elección racional’” (Frey, 2000, 33).
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Blaug (2001, 123-124) distingue dos tipos de progreso: teórico y
empírico. El primero, relacionado con la elaboración y el refinamiento de conceptos teóricos básicos y el segundo, con las estimaciones de relaciones empíricas fundamentales. -
En el Journal of Economic Survey
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Se creó la subcategoría Z11: economía de las artes y la literatura.
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(Mourato y Mazzanti, 2002; Choi, 2009, y Willis y Snowball, 2009). Esta técnica se basa en la teoría de Lancaster (1966), que supone que los consumidores demandan bienes de acuerdo con sus características.
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Distingue los factores que afectan la decisión de participar o no en una actividad cultural y su frecuencia. En las artes escénicas, la educación en artes es mucho más importante que otras características personales. En el caso de la frecuencia, aspectos como la edad y la ocupación son factores importantes para determinar el número de visitas a teatros; en el caso del ballet lo son la edad y el origen étnico, mientras que en la ópera son importantes la ocupación y el nivel educativo.
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Mostró que la producción de los sectores culturales tiende a aglomerarse en densas agrupaciones especializadas o distritos industriales, que tienen efectos positivos sobre la producción, el
empleo y la innovación a nivel local y regional. -
En 2006 se publicó el primer Handbook of the Economics of Art and Culture, en la serie Handbooks in Economics editada por K. Arrow y M. Intriligator, que presenta los avances más significativos en las distintas áreas de la economía.
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En 2008 apareció por vez primera una entrada titulada “Art, Economics of ” en The New Palgrave Dictionary of Economics, escrita por D. Throsby.
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Hacen una distinción entre las industrias creativas tradicionales (artes escénicas, música, cine) y las industrias creativas vinculadas a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (investigación y desarrollo, software, publicidad).
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Ateca (2008 y 2009) destaca la influencia positiva del capital humano específico, producto de la formación artística, como principal determinante de la participación en las artes escénicas.