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Durante la cena de la Pascua, Jesús lava los pies a sus discípulos como un gesto de humildad y de servicio. Nos anima a hacer lo mismo entre nosotros
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Jesús anuncia a sus discípulos que uno de ellos les traicionaría y le dice a Pedro que le negará tres veces. También les da un mandamiento: que se amen los unos a los otros como Él les ha amado.
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Jesús bendijo el pan, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles que es su Cuerpo. Hizo lo mismo con el vino, diciéndoles que es su Sangre.
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Jesús, rezando con Pedro, Santiago y Juan, tiene miedo ante la muerte, pero acepta la voluntad de su Padre.
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Hablando con sus discípulos, apareció Judas con los guardias de los sumos sacerdotes. Con el gesto del beso, Judas traicionó a Jesús y los guardias se lo llevaron antes el Sanedrín.
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Jesús es condenado reo de muerte por proclamarse Hijo de Dios y le abofetean y escupen.
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Como había predicho Jesús, Pedro negó conocerle tres veces al ser preguntado por varias personas. Al darse cuenta, Pedro se puso a llorar.
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Judas, al darse cuenta de que había traicionado a Jesús, se ahorcó
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Llevaron los judíos a Jesús ante Pilato. Este, al no encontrar en él ninguna culpa, no le condenaba, pero como era costumbre en Pascua que se liberase a un preso, dio a elegir entre un bandido llamado Barrabás y Jesús. La gente insistía en liberar a Barrabás, así que lo hizo y, lavándose las manos, Pilato se declaró inocente de la muerte de Jesús.
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Jesús fue azotado y le pusieron en la cabeza una corona de espinas. Pilato insistía en liberarlo, pero por temor a una revolución del pueblo, lo entregó para que fuera crucificado
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Le hicieron cargar con su cruz de camino al monte Calvario. Le seguían mujeres que lloraban por él, pero Jesús les consolaba. Obligaron a un hombre llamado Simón de Cirene a ayudar a Jesús con la cruz.
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En el Calvario crucificaron a Jesús, juntos a dos ladrones. En su cruz tenía una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, el rey de los judiíos".
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Unos soldados que había allí tomaron sus vestidos y se los repartieron.
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Los que pasaban por allí le insultaban y le decían: "¡Sálvate a ti mismo, si eres hijo de Dios, y baja de la cruz!"
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Mientras que uno de los ladrones que estaban a su lado le insultaba, el otro le decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino". Jesús le contestó: "Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
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Junto a su cruz, estaban María, su madre, la hermana de esta, María Magdalena y Juan el discípulo.
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Después de darle vinagre para beber con una esponja y una caña, Jesús gritó: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu" y murió. Hubo tras esto un terremoto y muchos de los que allí se encontraban le reconocieron como hijo de Dios.
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Para asegurarse de que estaba muerto, le clavaron una lanza en el costado y al instante salió sangre, símbolo de la Eucaristía, y agua, símbolo del Bautismo.
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Un hombre llamado José de Arimatea pidió a Pilato el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sabana, lo aromatizó y lo puso en un sepulcro e hizo rodar una gran piedra delante de su entrada. Pilato puso allí una guardia.
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Al llegar al día siguiente algunas mujeres al sepulcro, vieron que la piedra había sido retirada y que no estaba el cuerpo de Jesús. Allí había dos ángeles que les dijeron que había resucitado e iba a Galilea. Ellas, con gran gozo, corrieron a anunciárselo a los discípulos. Jesús les salió al encuentro y les dijo: "Id y avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán".
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Al enterarse de lo que había pasado los sumos sacerdotes, sobornaron a los soldados que vigilaban el sepulcro de Jesús para que, si les preguntaban, dijeran que los discípulos habían robado su cuerpo mientras dormían.
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Jesús se encontró a dos discípulos que se dirigían a Emaús y fueron juntos, hablando. Como era tarde, le invitaron a su casa. Allí, Jesús tomó el pan, los bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces le reconocieron, pero Jesús desapareció de su vista.
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Estaban los apóstoles en un lugar con las puertas cerradas, pues tenían miedo de los judíos, cuando se presentó Jesús en medio de ellos. Por esto se alegraron. Tomás, uno de los Doce, no se encontraba allí cuando apareció Jesús, así que no se lo creía. Ocho días después, Jesús volvió a presentarse e hizo a Tomás meter su mano en el agujero de su costado. Entonces creyó.
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Los llevó cerca de Betania y los bendijo. Mientras lo hacía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos volvieron a Jerusalén llenos de alegría.