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Jacob amaba a José más que a sus otros hijos
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Pero sus hermanos lo odiaban, y ni siquiera le hablaban,
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Un día José tuvo un sueño. Cuando se lo contó a sus hermanos, ellos lo odiaron aún más.
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Cuando José llegó a donde estaban sus hermanos, ellos le quitaron la capa que su padre le había hecho y lo echaron al pozo, que estaba seco.
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Judá entonces les dijo a sus hermanos: «No ganamos nada con matar a nuestro hermano, y luego tener que mentir acerca de su muerte. Nos conviene más venderlo. Esta idea les pareció bien, así que cuando los comerciantes pasaron por allí, los hermanos de José lo sacaron del pozo y lo vendieron en veinte monedas de plata
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los comerciantes se lo llevaron a Egipto.
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Al oír Potifar las quejas de su esposa acusando a José, se enojó mucho. Entonces agarró a José y lo metió en la cárcel, donde estaban los presos del rey.
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Pero aun en la cárcel Dios siguió ayudando a José y dándole muestras de su amor, pues hizo que el carcelero lo tratara bien.
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El Rey de Egipto tuvo dos sueños y al levantarse estaba tan preocupado que mandó llamar a todos los magos y sabios de Egipto. Les contó sus sueños, pero ninguno pudo decirle lo que significaban.
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El rey mandó también llamar a José, y de inmediato lo sacaron de la cárcel y el rey le dijo: —Tuve un sueño, y nadie puede decirme lo que significa. Pero me han dicho que en cuanto oyes un sueño, sabes su significado.
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Vio cómo siete vacas muy gordas salían del Nilo y pastaban a orillas del río. A continuación, siete vacas muy flacas salían del agua, se acercaban a las vacas gordas y las devoraban.
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José le respondió: —Yo no tengo ese poder, pero Dios sí lo tiene, y le dará a usted la respuesta esperada.
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Transcurrieron dos años y José seguía en la cárcel. Aunque el carcelero lo trataba mejor que a los demás condenados, su situación era desesperante.
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Cuando Jacob se enteró de que en Egipto se vendían cereales, les dijo a sus hijos: —Id a tierras egipcias y comprad trigo para que podamos sobrevivir. Diez de los hermanos ensillaron sus camellos y mulas, y se hicieron al camino. Benjamín, el menor, permaneció en casa, tal como deseaba Jacob.
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Una vez en Egipto, los hermanos se dirigieron a la autoridad superior que supervisaba la repartición y venta del trigo. El funcionario responsable no era otro que José, que vestía nobles ropas egipcias y se adornaba con costosas joyas. Sus hermanos no lo reconocieron. Se inclinaron ante él y le pidieron autorización para comprar trigo.
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José, en cambio, los reconoció de inmediato, pero disimuló.
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Me quedaré con uno de vosotros como rehén. Los demás me compraréis el trigo y os lo llevaréis a Canaán. Si regresáis con vuestro hermano menor, os creeré y pondré en libertad al prisionero.
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Me quedaré con uno de vosotros como rehén. Los demás me compraréis el trigo y os lo llevaréis a Canaán. Si regresáis con vuestro hermano menor, os creeré y pondré en libertad al prisionero.
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José no aguantó más y les ordenó a todos sus ayudantes que salieran de allí, así que cuando se dio a conocer a sus hermanos, nadie más estaba con él. A sus hermanos les dijo: —¡Yo soy José!
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Y ordenó a sus sirvientes que prepararan una mesa espléndida, provista de los manjares más exquisitos.
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El padre de José salió de Canaán con todas sus pertenencias, y al llegar a Beerseba ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.
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El mensajero anunció a José que su padre, Jacob, junto con sus hijos, sus familias, los criados y las criadas, con todos sus rebaños de animales y sus bienes materiales se irían a vivir a Egipto, tal como él se lo había ofrecido.
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Por orden del faraón, los viajeros de Canaán se instalaron en Gosen, la región más fértil del reino egipcio…
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Dios el Señor le había dado a Jacob el nombre de «Israel», que significa «el que pelea con Dios». Este nombre lo heredaron los hijos de Jacob y su descendencia, que llegaría a ser conocida como «el pueblo de Israel» o, sencillamente, «los israelitas».