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Murió su madre. Su padre, su hermano Martín y su cuñada Magdalena de Araoz, cuidaron de la educación de Ignacio quien ya desde pequeño, debió comprender que tenía que "labrarse un porvenir" al ser el menor de una fecunda familia.
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Cuando tenía quince o dieciséis años fue a completar su educación a Arévalo en casa de Don Juan Velázquez, que era amigo de su papá.
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A los 33 años de edad, comienza los estudios de gramática y latín, asistiendo a clase con jóvenes.
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Llegó solo a Paris
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Sale de París como doctor en Filosofía y con los estudios de Teología avanzados.
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Ignacio llega a Azpeitia en 1.535 de aquel otro Iñigo que conocían sus paisanos.
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Se embarcó para Génova. De allí pasó a Venecia. Mientras esperaba la llegada de sus compañeros de París, fijada para 1.537, se dedicó a completar sus estudios de teología y, como siempre, a hacer el bien a todos los que encontraba. Entre tanto, dio los Ejercicios a varias personas.
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Se ordenaron todos y celebraron la primera misa, excepto Ignacio. Tal vez porque confiaba en decirla en la Tierra de Jesús. Luego decidieron ponerse a las órdenes del Papa. Ignacio, Fabro, y Laínez irían a Roma a ofrecerse al vicario de Cristo y los demás se dispersarían por las ciudades de Italia.
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Padece una grave enfermedad de vesícula. La Compañía de Jesús, los jesuitas, ya eran entonces más de mil.
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Hijo de Beltrán Ibáñez de Oñaz y de Marina Sánchez de Licona, del linaje Oñaz-Loyola, una familia noble de Guipúzcoa, España.