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Eva con una belleza exorbitante que la atormenta como una maldición que proviene de su ascendencia familiar.
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Era como si sus arterias se hubieran poblado de unos insectos diminutos y calientes que con la cercanía de la madrugada, diariamente, se despertaban y recorrían su piel
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lo imaginaba, sonámbulo, debajo de la hierba, en el patio, junto al naranjo con un puñado de tierra mojada dentro de la boca. Le parecía verlo en su fondo arcilloso, cavando hacia arriba con las uñas, con los dientes, huyendo del frío que le mordía la espalda; buscando la salida al patio, el mismo niño todas las noches
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el deseo de eva de poder morder una naranja de aquel árbol que se encontraba en el patio de su casa
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eva anhelaba reencarnar en aquel gato de su cocina para poder deshacer la el castigo de su belleza
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el fuerte olor a arsénico que recorría toda la casa de eva
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en ese momento eva entendió que ya habían pasado 3000 años desde el primer dia de querer comer una naranja y reencarnar en un gato