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La capacidad de los ecosistemas de proporcionar beneficios a los seres humanos, esto es, su capacidad de prestar servicios, depende de los ciclos medioambientales del agua, el nitrógeno, el carbono y el fósforo.
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La cantidad total de nitrógeno puesta a disposición de los organismos como consecuencia de las actividades humanas se multiplicó por nueve veces, esto debido por el empleo de fertilizantes sintéticos. Ahora, las actividades humanas generan la misma cantidad de nitrógeno que todas las fuentes naturales.
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La captación de agua desde ríos y lagos para irrigación se ha duplicado para los usos urbanos y aplicaciones industriales. Las personas usan más del 10% de los recursos renovables que hay de agua dulce. Sin embargo, en regiones como el Norte de África, el agua subterránea se capta más rápido de lo que se renueva.
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Entre 1960 y 1990 el empleo de fertilizantes con fósforo y la tasa de acumulación de fósforo en suelos agrícolas casi se triplicaron, pero después de 1990 han disminuido algo con la utilización de químicos que liberan fosfatos. El flujo de fósforo hacia los océanos es hoy tres veces mayor que el flujo natural.
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En los últimos dos siglos y medio, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado un tercio. Los ecosistemas terrestres eran una fuente neta de dióxido de carbono durante el siglo XIX. La causa de este cambio no es otra que el mayor crecimiento de las plantas como consecuencia.
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Roca, Á. R. (18 de Agosto de 2011). Biología Electivo . Obtenido de http://siar.minam.gob.pe/puno/sites/default/files/archivos/public/docs/1112.pdf