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Cuando hablamos de “ciudadanía” hacemos alusión al concepto nacido con la Revolución Francesa. Generó un proceso de transformación que convulsionó a Europa y que se extendió más allá de sus límites.
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la Constitución francesa fue redactada por una mayoría de burgueses moderados, por lo que no otorgó el sufragio universal, sino que éste fue censitario: el derecho a ser votado era limitado a los más pudientes.
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Se da la fase más democrática, más revolucionaria pero también la más violenta de la revolución francesa: la república jacobina, que planteaba igualdad para todos.
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Los Estados debieron limitar la libertad de los grandes capitales y defender a los más desprotegidos, con el fin de evitar un estallido social, debido al gran peligro que significaba en ese momento una revolución comunista.
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La democracia es el sistema que garantiza los derechos ciudadanos. En este sentido, para Arendt la ciudadanía se define como el “derecho a tener derechos”.
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Estas personas son calificadas despectivamente de apátridas (sin patria, sin nacionalidad) por algunos sectores sociales, por lo cual las Naciones Unidas propiciaron pactos o convenios internacionales para resolver su situación.
Toda persona tiene derecho a una nacionalidad. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de nacionalidad.