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Los Tartessos eran una cultura que comienza a formarse en el suroeste de la península Ibérica hacia el Siglo IX antes de Cristo y termina en el Siglo V. Se ubica en el que hoy es el triángulo entre Huelva, Cádiz y Sevilla.
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Hoy se considera que los celtas forman parte de los grupos indoeuropeos. Se piensa que parte de los hablantes de esta familia lingüística, procedentes de Anatolia o de las estepas entre el mar Negro y el mar Caspio, emigraron rumbo a Europa, mientras otras ramas se desplazaron hacia Irán e India.
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Estaban formados por los vascos, los cántabros y los astures
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En torno al año 575 a.C., griegos llegados de Marsella fundaron en el golfo de Rosas una colonia comercial, el más antiguo testimonio de la presencia griega en la Península Ibérica.
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Llamamos iberos de forma genérica a los grupos humanos que habitaron la zona mediterránea y meridional de la Península Ibérica entre el siglo VI a. C. y la definitiva romanización de este territorio.
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Según Veleyo Patérculo, la primera colonia fenicia fundada en la península ibérica sería Gadir (Cádiz), el año 265 A.C
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La llegada de los cartagineses se produjo en el año 238 a.C. desde Gadir (Cádiz) por Amilcar Barca junto a un poderoso ejército. Llevaron a cabo una política de control del territorio que combinaba la fuerza y la diplomacia, lo que originó enfrentamientos con los distintos pueblos del sur de la Península Ibérica.
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A partir del siglo III a.C., los cartagineses se apoderaron de algunos enclaves en el sur, con Cartagena como núcleo principal. Los romanos llegaron a la península el año 218 a.C. justo con el comienzo de la Segunda Guerra Púnica, en la que volvían a enfrentarse a los cartagineses.
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Tras la derrota en la Primera Guerra Púnica, Cartago se vio obligada a pagar a Roma indemnizaciones de guerra millonarias. Para hacer frente a los pagos, llevó a cabo una nueva expansión ultramarina por las ricas tierras de la Península Ibérica, repletas de fértiles valles y ciudades populosas. Los ejércitos cartagineses, al mando de Amílcar Barca, ocuparon el sur de Hispania.
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Fue una guerra defensiva por parte de Roma: se trataba de impedir la unión y proyección de los celtíberos sobre los bordes de la Meseta y su expansión hasta la Hispania Ulterior, el valle del Ebro y el Levante ibérico.