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Decide abandonar la casa familiar y emprende viaje acompañado de Govinda con un único objetivo: encontrarse a sí mismo.
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Les instruyen en la meditación, la espera y el ayuno, pero este camino no proporciona a Siddartha la salvación que busca.
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A pesar de que Siddartha no quería ir, acepta pero sus caminos se separan allí: Govinda decide abrazar la fe budista, mientras que Siddartha continúa su peregrinación.
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Posee una casa y un jardín a las afueras de la ciudad, cuenta incluso con sus propios criados pero, en cambio, es incapaz de implicarse emocionalmente en nada de lo que hace.
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Junto al que aprende y escucha las enseñanzas del río. Siddartha encuentra ahí la tranquilidad y la madurez que tanto había buscado. Ahora es consciente de que el futuro y el pasado no existen, “Nada fue, ni será; todo es, todo tiene esencia y presente”. Alcanza la paz consigo mismo.