Ella sufría de sonambulismo, y en una de esas andanzas fuera de este mundo, metido en los vericuetos de los sueños
Buscaba el cantar de los grillos en medios de las paredes
Halló que alguien le había quitado la pared en la cual se apoyaba, y cayó al vacío
La encontraron, tirada en el patio, tiesa y con una sonrisa fría sepulcral que alguien se atrevió a decir que estaba muerta
La hallaron cuando era niña por tener los dedos metidos entre sus labios, y cuando un desgarrador grito los puso alerta en que aún ella era humana.
Ellos la imaginaron casada con un buen burgués o como concubina de un hombre puntual
Les dolía hondamente, les dolia dolía el día que la vieron sentarse en el rincón adonde ahora estaba; y le oyeron decir que no volvería a deambular por la casa
Los tres, sentados en el patio, habríamos deseado aquella noche sentir su llanto afilado y repentino, de cristal roto, al menos para hacernos la ilusión de que habría nacido un (una) niña dentro de la casa. Para creer que había nacido nueva