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A las 24 semanas de embarazo el oído interno del feto termina de desarrollarse. El feto ya puede oír sonidos como los latidos del corazón de la madre y puede reconocer las voces de sus progenitores.
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Después de nacer, el primer acto de comunicación del bebé es el llanto. El llanto constituye su única forma de comunicación ya que tiene la boca muy pequeña, la lengua muy grande y su laringe en otra posición. El bebé prefiere la entonación de su idioma materno antes que la entonación de otros idiomas.
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Estudios científicos han demostrado que el bebé comienza a intercambiar expresiones, sonidos y miradas con sus progenitores. Además, comprende que las emociones se expresan tanto con la cara como con la voz y distingue entre las palabras que transmiten significado y las que no lo transmiten.
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Después de un proceso de clasificación, el bebé comienza a distinguir únicamente los sonidos relacionados con su idioma materno. Sin embargo, si el bebé es criado con dos idiomas, es capaz de asimilar los sonidos de ambas lenguas. Finalmente, el bebé comienza a balbucear sílabas y a imitar sonidos.
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El bebé comienza a señalar objetos y aprende los nombres de dichos objetos cuando sus progenitores se los señalan. Los procesos de imitación se convierten cada vez más importantes para que el bebé se comunique.
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El bebé comienza a articular más sonidos y a pronunciar sus primeras palabras. Comienza a responder preguntas y a realizar acciones sencillas. El bebé comienza a comprender mejor su lenguaje asociando sonidos, palabras y significados.
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El niño o niña comienza a formular frases cortas y comprender mejor las formas de los objetos. Comienza a florecer la imaginación y los juegos de los niños cambian. Con el paso del tiempo, su lenguaje se vuelve más complejo y logran demostrar su forma de pensar y que acciones llevarán a cabo.