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  A partir de 1960 la informática se introduce en las
 organizaciones con el objetivo de automatizar tareas
 administrativas repetitivas (contabilidad, facturación y
 nómina, principalmente). La tecnología se basa en
 grandes ordenadores o mainframes.
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  La progresiva implantación de la informática en los años
 anteriores ha cambiado la situación. Muchos directivos
 comienzan a cuestionarse por qué, teniendo los datos de
 la empresa en el ordenador, no pueden acceder a la
 información realmente necesaria para dirigir el negocio.
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  Un directivo de una empresa altamente informatizada
 decía en aquella época: «Lo primero que me llama la
 atención en relación con los sistemas de información es
 que nos llega demasiada información. La explosión de
 información avanza, cruzándose y entrecruzándose por
 las mesas de los jefes, con una enorme cantidad de datos.
 La mayoría de toda esta avalancha se asimila sólo
 parcialmente. Y, en gran parte, no tiene ninguna importancia
 ».
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  Otro ejecutivo comentaba: «Yo creo que el problema
 de los sistemas de información de gestión ha sido,
 en el pasado, agobiante para muchas empresas en
 cuanto a lo que concierne a los jefes. El jefe tenía que
 luchar con montañas de informes e intentar determinar
 por sí mismo cuáles eran las partes críticas de la
 información contenida en aquellos informes, de modo
 que le sirviesen para tomar las medidas necesarias para
 corregir los problemas de cada situación».
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  Se gesta el concepto de Management Information System (MIS), un sistema de información integrado que, basado en un diseño global, comprende tanto sistemas de automatización del trabajo burocrático como los sistemas de información de gestión de los diferentes niveles directivos. Las primeras bases de datos en sentido moderno arrancan de este período.
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  «[...] Se da poca importancia a las necesidades de
 información del director general. El sistema de
 información de la empresa, basado en la informática, se
 centra en el desarrollo de sistemas que llevan a cabo el
 proceso del trabajo burocrático de la empresa. La
 atención se enfoca, por lo tanto, sobre los sistemas que
 procesan las nóminas, pagos, vencimientos de efectos
 por pagar, facturación, existencias, efectos por cobrar,
 etc.
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  Empieza a detectarse que el cambio introducido
 por las TIC en las organizaciones va mucho más lejos de
 lo comprendido hasta el momento. Las TIC no son sólo
 un instrumento de reducción de costes y de mejora de la
 información para la gestión. Las TIC no son sólo un
 servicio de apoyo a la actividad principal de la organización.
 Las TIC están cambiando la naturaleza de los
 productos, de los procesos de producción y servicios, así
 como la naturaleza de la competencia y de los sectores
 económicos mism
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  Michael E. Porter, utilizando el concepto de
 cadena de producción de valor (value chain),4 ofrecía un
 potente marco teórico para comprender la transformación
 en marcha. «El concepto de cadena de producción de valor [...]
 divide la actividad general de una empresa en
 actividades tecnológicas y económicamente distintas,
 que son denominadas actividades de producción de
 valor [...].
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  Otro grupo importante de iniciativas a partir de los años
 ochenta ha sido el ligado a la reingeniería global de
 procesos de una organización (Business Process Reengineering, BPR). «La reingeniería de procesos de negocio facilita el análisis profundo y el rediseño de todo lo
 relacionado con un área de negocio para conseguir
 mejores radicales, así como para asegurar la gestión del
 proceso de cambio asociado.»
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  A lo largo de esta década se produce una explosión
 tecnológico-financiera. A mi entender el elemento clave
 reside en que el ciudadano de los países desarrollados y
 las elites cultivadas del resto del mundo pasan a estar
 conectados a la Red. El cliente final de la mayoría de las
 organizaciones lucrativas y no lucrativas va «enganchándose
 », progresivamente pero con gran rapidez, a
 Internet. La informática doméstica y personal es un
 hecho con un peso económico aplastante. Las
 organizaciones tambié
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  Nicholas G. Carr señala acertadamente que muchos productos y servicios TIC se han convertido en commodities: no
 proporcionan ventajas competitivas estratégicas esenciales
 a las organizaciones. Son imprescindibles para
 funcionar y deben gestionarse con extremo rigor, como
 cualquier inversión o gasto de la empresa. Lo que está
 poco presente en esta reflexión de Carr es que la
 función realmente estratégica de las TIC no se produce
 aisladamente del resto de actividades de una
 organización
