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Con fines de diversión el artista José María Espinosa realiza un retrato burlesco de su carcelero Laureano Gruesso. Desde entonces Espinosa se dedica a la caricatura.
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Se publica la caricatura más antigua de la que se tiene noticia en Colombia: "Las nuevas aleluyas". Su objetivo era poner de manifiesto las rivalidades entre bolivarianos y santanderistas reunidos en la Convención de Ocaña.
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Se da un amplio desarrollo de la caricatura porque esta llega a la litografía. Se convierten en sus blancos el presidente Santander y José María Obando. Las ciudades con mayor desarrollo de este género eran Cartagena y Bogotá
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El periodismo satírico tomó mucho auge y la caricatura floreció. Artistas reconocidos como José María Espinosa, José Manuel Groot, Ramón Torres Méndez y Justo Pastor Lozada se vinculan a la caricatura política. Hechos políticos como la expulsión de los jesuitas, el fin de 12 años de hegemonía conservadora, el triunfo de los radicales y los debates sobre la nueva Constitución facilitan la unión entre estos dos géneros. Comienzan a aparecer caricaturas en los principales periódicos del país.
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La caricatura se convierte en una mordaz arma política. Los principales periódicos de la época como El Alcanfor (1877), de José Manuel Lleras, El Mochuelo (1877) de Alberto Urdaneta; El Amolador (1878) de Lázaro Escobar; El Fígaro (1882) de Salvador Presas; y particularmente El Loco (1890), El Zancudo (1890-91), El Barbero (1892) y una veintena más de periódicos del bumangués Alfredo Greñas, reflejaron el poder de la caricatura como arma política.
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Una publicación conservadora contrata a uno de los más destacados caricaturistas de la época, el joven Pepe Gómez, y por primera vez se da un giro impredecible en la historia de la caricatura, pues una publicación conservadora publica caricaturas en contra de los presidentes conservadores.
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Sansón Carrasco (1911-13), Bogotá Cómico (1917-19), Semana Cómica (1920-25), Fantoches (1926-32), La Guillotina (1934), Anacleto (1935-36) y El Siglo (1936) publican las caricaturas de Pepe Gómez. El antioqueño Ricardo Rendón trabajó con un estilo severo basado en simplificaciones; sus retratos se adherían a las víctimas y las convertían en sátiras vivientes. Su suicidio ocurrido un año después del triunfo liberal dio matices de grandeza al oficio de caricaturista.
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Alberto Arango, Adolfo Samper, Jorge Franklin y Lisandro Serrano dan vida a un nuevo estilo de caricatura, más asociado a las tiras cómicas. Se fortalece la presencia de la caricatura en grandes diarios como El Espectador, El Siglo y El Tiempo, o desde publicaciones de denuncia como Crítica (1948-51) y El Liberal (1938-51).
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Se institucionalizó que los más importantes medios de comunicación escrita contaran, al menos, con un caricaturista. El género se reconoce por su alto grado de recepción y por la influencia que tiene sobre la opinión pública. En la actualidad opera como una columna editorial y su propósito es que el público se pregunte sobre sí mismo y sobre su posición frente a una situación en particular.